Se hizo la luz: así cambia la vida de los mexicanos más pobres un panel solar

Fotografía del 8 de diciembre de 2020, cedida por Iberdrola, donde se observa un cartel que enuncia que ese hogar está iluminado con energía solar, en la comunidad de San Pedro Pochucla, Oaxaca (México).

Tras 74 años de noches a oscuras, don Simón tiene una nueva alegría: un panel solar entre su casa y el corral de sus chivos. Eso, reconoce, le ha cambiado la vida. Ya no tiene que ver desde la colina la alegría nocturna de los demás; ahora le da a un interruptor y disfruta la suya.

«Por la noche, como no tenía luz, tenía que salir a sentarme en una sillita. Sentadito, pensando y viendo luz, (razonaba) que todos tienen luz, que todos están como vivos y yo me sentía como exprimido, como desapartado. Hoy me siento con alegría», reconoce mientras abraza con vivacidad un nuevo atardecer, un momento del día que otrora le daba «una vil tristeza».

Simón Carreño, un hombre de campo, es uno de los 6.000 beneficiarios del programa de Iberdrola México Luces de Esperanza, un proyecto para llevar energía eléctrica a los más desfavorecidos del sureño estado de Oaxaca.

NUEVA ALEGRÍA

Fotografía del 8 de diciembre de 2020, cedida por Iberdrola, donde se observa un cartel que enuncia que ese hogar está iluminado con energía solar, en la comunidad de San Pedro Pochucla, Oaxaca (México).

El programa empezó con 95 paneles en el municipio oaxaqueño de San Pedro Pochutla y las comunidades aledañas, como la de El Zapotal, donde don Simón vive con su ganado, su mujer 50 años más joven y su hija de 3 años.

«No tenía compañía, pero no hace mucho encontré una compañía. Estoy más contento, porque tengo luz y tengo mi compañía», confiesa, mientras presume de los cuatro focos que ahora dan vida a su casa y a su familia.

Desde el hogar de Simón se ve todo San Pedro Pochutla, pero a la casa de Odelia Hernández no hay quien la distinga entre la maleza. Al menos de día, porque de noche su nuevo sistema eléctrico delata que al otro lado del bosque vive una familia ahora más feliz.

«Nos da una esperanza (tener luz) más que nada por los niños, que ellos tienen la esperanza de cambiar su forma de vida, su manera de vivir. Nosotros ya estamos más grandes, pero ellos sí tienen esa facilidad ahora que nosotros no tuvimos», cuenta bajo la bombilla de su porche.

ILUSIÓN FAMILIAR

Fotografía del 8 de diciembre de 2020, cedida por Iberdrola, donde se observa un cartel que enuncia que ese hogar está iluminado con energía solar, en la comunidad de San Pedro Pochucla, Oaxaca (México).

Odelia, junto a su marido, Félix, está criando a dos hijos en El Zapotal, unos niños que han visto la luz en casa mucho antes que su madre, quien tardó los 36 años que tiene en hacerlo y que ahora, gracias al panel solar, puede «hacer todo» en su hogar.

«Ahora ya tengo mi licuadora, puedo tener la luz más tiempo en la noche, puedo estar despierta más tiempo. Porque sin luz es como el pollito, te vas a dormir temprano porque no hay qué hacer, no hay qué ver», bromea.

Como Odelia, ya son 380 los habitantes de San Pedro Pochutla que han visto nacer la luz en sus hogares gracias a este proyecto de Iberdrola, en colaboración con Iluméxico y el Gobierno de Oaxaca.

Oaxaca es uno de los estados más pobres del país, donde dos de cada tres personas de la región, el 66,4 %, viven en situación de pobreza, el equivalente a 2,7 millones de personas. Todavía quedan, según los datos oficiales, más de 35.000 habitantes sin energía eléctrica en su hogar.

Abel Ramírez, asentado en la comunidad de El Roque junto a su madre, sus hermanos y su familia, ya no engrosa esa estadística: hace una semana pusieron paneles solares en las cinco casas que forman su vecindad.

«Hay muchas personas que vienen y ven el equipo. Y dicen, no hombre, qué maravilla. Nos preguntan que dónde lo conseguimos. Fue de sorpresa, nosotros estamos igual sorprendidos porque nunca imaginamos esto», admite ilusionado porque ya tiene una televisión y podrá tener una mejor calidad de vida.

Los beneficiarios del proyecto, para el que Iberdrola México invertirá 30 millones de pesos (cerca de 1,5 millones de dólares) dentro de los próximos cinco años, pagan 80 pesos (4 dólares) al mes que se destinan a cubrir los costes de eventuales reparaciones, aunque la empresa anunció esta semana que reducirá el pago a 2,5 dólares mensuales.

UN 2020 DE LUZ

La mujer de Abel, Sarai Matías, tenía luz en su infancia, pero desde que se mudó con su esposo se había acostumbrado a alumbrarse «con candil, con lámparas o con veladoras», algo que se acabó para todos, incluida su hija, quien ahora podrá hacer las tareas escolares que por la pandemia de covid-19 pasan en la televisión.

Los animales ya no se acercan a la casa, y la niña se «siente más libre» sin tener que hacer frente a la oscuridad gracias a una luz que le permitirá tener este año la primera iluminación navideña de su vida, una ilusión recurrente cada diciembre.

Y es que, como Odelia lo define, para estas familias oaxaqueñas beneficiadas por el programa Luces de Esperanza el año de la pandemia tendrá siempre un recuerdo distinto al que guardará el resto del mundo.

«Al menos nosotros sí tenemos otra forma de ver el 2020. Nos llegó el proyecto. A nosotros nos iluminó, nos alumbró la vida el 2020», asegura con los ojos humedecidos. EFE