Beethoven

Marco Carrión Calderón

Dejaré de lado, por esta vez, los deprimentes temas de la política nacional para tratar de ocuparme de algo sublime y más relevante. Este 2020, que ya termina, es el 250 aniversario del nacimiento de uno de los hombres que han dado gloria a la humanidad: Beethoven.

El mundo se aprestaba a celebrar por lo alto este aniversario, muchísimos programas en ciudades y países cultos, amantes de una de las bellas artes, la música, tenían previsto hacerlo y planificaban actos, conciertos y varias clases de eventos para ello. Lastimosamente la pandemia, que por desgracia ha afectado a todo el mundo, vino a alterar todos los planes de las gentes y de las sociedades. Muy poquito se ha hecho para recordar este aniversario tan importante. Desconozco si en alguna parte del Ecuador se ha hecho algo. En Cuenca… nada.

El genio de Bonn fue, como mis lectores saben, uno de los músicos privilegiados cuyas maravillosas composiciones perduran, cada vez, con mayor difusión, admiración y encanto de quienes las escuchan. Sin embargo, él fue una persona muy desventurada. No solamente la pobreza y la enfermedad llenaron de dolor su vida. Sino también el desamor y la ingratitud, males estos tremendos en la vida de las gentes. ¡Por desgracia la genialidad no va pareja con la buena fortuna ni la felicidad!

La gloria de Beethoven para nada precisa de mis palabras. Si escribo esto es para que ojalá conseguir que algunas personas puedan sentir interés o curiosidad, o lo que sea, y se hagan el propósito de escuchar la extraordinaria música de este genio. Puede ser que necesiten escuchar más de una vez la misma obra, pero al fin, con seguridad, encontrarán su encanto. Y quiero también decirles a esos potenciales aficionados que no pretendan encontrar “qué significa” una obra; solamente se trata de escuchar y disfrutar de eso, de lo que se oye. (O)