Limbo electoral

La destitución de cuatro miembros del Consejo Nacional Electoral dispuesta por un juez del Tribunal Contencioso Electoral aumenta el desconcierto a un mes de que se realicen las elecciones.

Si bien tal sentencia es apelable por ser de primera instancia, el desenlace de lo que resuelva el pleno del Tribunal, por lo impredecible, hace trastabillar el proceso.

Empero, el CNE se adelantó en aclarar que la sentencia “no altera el cumplimiento del calendario electoral que se ejecuta con normalidad”.

Además, considera que hay “intentos de interferencia”; y que acudirá a las instancias legales en contra de la sentencia porque “vulnera la estabilidad democrática”.

El CNE se tiene esa confianza, una vez que el Contencioso Electoral certificó que no hay ningún tipo de reclamos pendientes sobre candidaturas.

Sobre esa base dispuso la inmediata impresión de las papeletas electorales, dejando a un lado al binomio presidencial que pretende inscribir Justicia Social y cuyos reclamos enfrentan a esos dos organismos, encargados, cada uno en lo que le compete, de llevar adelante un proceso transparente, como lo exigen los ecuatorianos.

Sin embargo, hay una sentencia dictada por el pleno del Tribunal para que, a ese movimiento político, creado por una pareja involucrada en actos de corrupción, reunidos en el caso Sobornos, se le permita realizar elecciones primarias e inscribir a sus candidatos, tras un primer fracaso.

Y allí está la “manzana de la discordia”. A tales extremos se ha llegado. El país ve impávido cómo esas dos instituciones han entrado en un galimatías jurídico de insospechados alcances.

La mayoría del CNE, ahora se dará cuenta del error que cometió cuando, a su debido tiempo, la Contraloría le recomendó borrar del registro electoral a cuatro movimientos, entre ellos Justicia Social, porque fueron inscritos con firmas falsas. Lo hizo, pero ya al fragor de la lid electoral. Vinieron las apelaciones y fueron “resucitados” por el Contencioso, a pretexto del derecho a participar.

Desde entonces, el país vive en un limbo electoral, sin certezas, peor de garantías de diafanidad.