Identidad enajenada

María Rosa Crespo

Si pensamos que para entendernos a nosotros mismos es útil conocer lo extraño, ver que otros pueden existir y amar con costumbres y pensamientos diferentes, cultivar los campos, preparar los alimentos, tejer la ropa y vestirse, enfermarse y recurrir a rituales y medicinas que desconocemos para curarse. La estandarización mercantil, al suprimir lo plural y sistematizar nuestra ignorancia de lo diferente obligándonos a sumergir en una totalidad uniformada no hace sino entrenarnos para vivir en este terrorífico mundo ideado por el novelista inglés Aldous Huxley que irónicamente llamó “El mundo feliz”.

Una identidad enajenada que se deja traslucir en egoísmo, violencia y frustración de las relaciones sociales. La sociedad se atomiza, obedece, se adapta a las condiciones impuestas, se rompen los nexos de solidaridad, cada individuo se ocupa solo de si mismo, y se exilia aparentemente en una pasividad resignada. Tal pareciera, como van las cosas, que para incrementar el conocimiento del mundo solo queda a nuestro alcance los modelos y estereotipos de la televisión y el cine, la industria tecnológica de los audiovisuales y las salsas madres de los grandes hoteles modernos, que todo lo igualan y neutralizan en un solo sabor gris.  (O)