¿Compra de votos?

La razón de ser del sufragio en una democracia radica en que, alejado de cualquier presión directa, el votante, en secreto y en la soledad de las urnas, deposita su voto con plena libertad por el candidato que considere el más apto para conducir los destinos del país o la región. De esta manera se elimina, en teoría por lo menos, presiones para votar por candidatos concretos. Suena muy bien, pero el derecho al voto ha sido objeto de discusiones como si debe en los comicios ser obligatorio o voluntario o si parte de los votantes está realmente capacitado para escoger sin manipulaciones por parte de quienes lo único que buscan en estos procesos es captar el poder.

Se hablaba en el pasado de la “compra de votos” realizada por personas que entregaban dinero a los votantes a que lo hagan por tal candidato, práctica dolosa que ha perdido peso, ya que los votantes, en la “soledad de las urnas” no cuenta con testigos que verifiquen si en realidad hizo honor al supuesto pago. Se supone que los candidatos en las campañas dan a conocer sus planteamientos sobre el ordenamiento social y los programas que pondrán en práctica para para hacerlos realidad, lo que requeriría un nivel de madurez en los votantes para analizar las propuestas. Lamentablemente, el vicio de la demagogia ha hecho que se haga ofertas irreales para atraer votos.

Uno de los defectos de las elecciones consiste en que, para atraer más votantes, por lo menos parcialmente, las campañas pueden convertirse en un concurso de ofertas como en algunas subastas que se fundamentan en el “Quién da más”. Las ofertas son en obras o cambios legales con frecuencia irreales. En esta campaña, uno de los candidatos, de manera directa ofrece que si llega al poder entregar mil dólares a los ecuatorianos. Sin llegar a hechos efectivos, consideramos que se trata de una velada compra de votos a personas con necesidades que, sin sentido de análisis sobre su realización, prefiere recibir “en efectivo” a pensar en obras.