Muertes que dejan huellas

La marcha atlética del Ecuador está de luto tras la muerte de uno de sus principales impulsores: Luis Chocho Sanmartín.

Aquél es el deporte que la ha dado, hasta el momento, la única medalla olímpica al país.

El fallecimiento del entrenador de muchas generaciones de marchistas es hondamente sentido.

Haber impulsado un deporte casi desconocido en el medio nacional, conducir a que la juventud se interese por él, sobre todo a entrenarla, dice mucho de la vida de este gran hombre.

Solía declarar que la perseverancia, la disciplina, abrir la mente para el triunfo, el entrenamiento al milímetro, que también implica privaciones, son sustanciales parar conseguir la gloria deportiva.

Descubrió a casi todos los marchistas que dieron, dan y darán triunfos al país. Entre ellos a su hijo Andrés. Su capacidad como entrenador, alimentada desde lo autodidáctico y lo que da la experiencia, traspasaron las fronteras del Ecuador. Últimamente entrenaba a Claudio Villanueva, clasificado ya a los Juegos Olímpicos de Japón.

Luis Chocho se dedicó por entero al deporte de la marcha atlética. Consiguió de todo, más que nada cariño y admiración de la gente, de sus dirigidos, aunque también ingratitudes, que no lo amilanaron, le enaltecieron.

El Ecuador político, el Ecuador de paz, el Ecuador democrático, el Ecuador de las libertades, también perdió a su expresidente Gustavo Noboa.

Noboa asumió el poder con un país convulsionado, minado económicamente tras el feriado bancario, y con la dolarización a cuestas.

Pocos sabrán las tensiones con las que anochecen y amanecen los que dirigen un país. Noboa mucho más, porque tenía a un pueblo atisbándolo día y noche.

Hombre regio, religioso, entregado a la educación, condujo al Ecuador con serenidad y sapiencia, sobre todo sentó las bases para que no fracase la dolarización, y cimentó el Acuerdo de Paz suscrito con el Perú, aunque varias de sus decisiones y proyectos económicos fueron cuestionados. Luego fue perseguido.

Noboa deja un legado positivo para el país, por cuyo destino siempre peleó desde su trinchera de la opinión certera y dando la cara.