Conflictos y vacunas

La aparición y difusión de las vacunas han influido decididamente en los enfrentamientos salud y enfermedad de la humanidad. Algunas de ellas se han consolidado y reducido al mínimo enfermedades muy duras que se las administra desde la infancia para prevenir enfermedades con resultados excelentes. La repentina, agresiva y generalizada expansión del COVID-19 ha hecho que en corto tiempo aparezcan diversas marcas y versiones de estos anticuerpos. Esta diversidad ha dado lugar a diferentes conflictos y polémicas que han debilitado las fuertes expectativas que, en más o menos tiempo, acabarían con esta pandemia que tantos contratiempos ha ocasionado en el mundo.

El nivel de eficiencia es uno de los aspectos en discusión, pero quizás el más fuerte tiene que ver con la selectividad en su administración. Otras vacunas relacionadas con diferentes enfermedades han llegado a niveles de confiabilidad y acceso en todo el mundo, lo que es explicable por el largo tiempo que ha llevado su consolidación. En nuestro país, algunas como las denominadas “penta” son obligatorias y requisito previo a la inscripción de los nuevos ciudadanos, siendo el Estado el que asume sus costos. Hay aceptación global por el público y plena confiabilidad demostrada por sus resultados positivos en décadas.

Uno de los problemas es la incapacidad de producción masiva que lleva a los gobiernos a priorizar su distribución considerando quienes son los que deben acceder primero, como los que están en mayor contacto con personas afectadas como los trabajadores de salud y casos más vulnerables como la tercera edad. Para países subdesarrollados como el nuestro, su adquisición se complica. No faltan escándalos polémicos como engaños administrando falsos preventivos y cobrando. Hay casos de personas que, sin estar en la lista prioritaria la han recibido. Pese a todo se han dado los primeros pasos para eliminar esta novedosa enfermedad.