Cuenta la historia que Juanito (que podemos ser cualquiera de nosotros) vivía mucho tiempo con una idea en su cabeza la cual colocaba a cierto grupo humano como un sector poco agradable, con atributos débiles y bajo condiciones que muy difícilmente podían verse interesantes a los ojos del paisaje que a él le habían pintado desde que fue un neófito.
Juanito, durante todo su periodo de formación recibió instrucción y de a poco le iban inculcando ciertas ideas que, de primera instancia se las veía completamente reales y verídicas; así crecía la concepción de que el pertenecía a un grupo familiar selecto, idea que fue tomando fuerza conforme sus instructores se iban encargando de sembrar cada vez más y más doctrinas de que esta condición así lo era.
Un buen día, con el paso de los años, cuando pudo desarrollar cierto criterio, se le vino la idea de que podría existir alguna otra verdad distinta a la que había sido expuesto fuertemente durante mucho tiempo, tal como en el mito de la caverna de Platón, luchando contra sus propios demonios autoimpuestos y contra el entorno en el cual se había desarrollado, sabiendo que se exponía a críticas poco saludables y certeras, a posibles señalamientos injustos y, a miradas de mucha gente que no comprendía lo que hacía, decidió romper esa cadena imaginaria y explorar nuevos rumbos, llegando a descubrir que sin haber querido, durante toda su formación vivió una especie de síndrome de Estocolmo.
Cuando por fin se le cayó la venda de los ojos se auto preguntaba continuamente, esa historia falaz, ¿Quién te contó? (O)
