UN GRAN SER HUMANO

EDUARDO SÁNCHEZ SÁNCHEZ

Por sus frutos se conoce al árbol, y de esto nos enseñó en cada uno de sus pasos un distinguido ciudadano cuencano, que atravesó el umbral de lo etéreo, dejando una huella imborrable del bien actuar, del hombre modesto y servidor humanista, del acertado en su criterio médico, del gestor cultural, del cruzrojista, del Maestro, del colega, del amigo de la música en la Orquesta Sinfónica y en el Conservatorio, cofundador en 1954 de Solca Guayaquil,  del brillante cuando alumno y como profesional, del condecorado,  siempre el humilde por inteligente, del piloto deportivo en su Ford Anglia, en una avioneta Cessna o del hincha del D. Cuenca.

Así y mucho más fue un distinguido ciudadano de talla y quilates el Dr. Claudio Arias Argudo, Caballero inconfundible por genio y figura, que lo mantuvo hasta su sepultura, legando a la sociedad el cómo debe ser un profesional con vocación y norte de servicio.

Un ser especial que brilló con luz propia, no sólo en el mundo de las ciencias médicas que con su característico y ortodoxo comentario exponía el diagnóstico y los fármacos necesarios para  el paciente que acudía a su templo de culto a la salud, allí donde estaba el elegante de corbata lazo, la cual lucía en sus diarias caminatas, al igual que su compañero maletín que portaba el estetoscopio e implementos requeridos en el ejercicio de la noble profesión.

Dos especialidades estuvieron presentes en su ejercicio;  Medicina Interna y la Dermatología, con un acierto extraordinario que motivó la credibilidad de sus pacientes, sin descuidar el humano y caballeroso trato de un distinguido.

Quienes fueron sus alumnos en las Universidades y compañeros de vocación, ponderan la extraordinaria personalidad del Dr. Arias, que supo verter sapiencia en congresos médicos  y su generosa mano que buscaba la salud para el doliente. Vale recordar: “tanta enfermedad……. para una sola salud”.