La vida de Moisés

 Eduardo Sánchez Sánchez

Deseo escribir sobre lo que le dieron a vivir a un niño sudamericano, que llegó como todos nacemos, con la alegría de su familia y con los sueños en su futuro. Me narraron unos damnificados que hoy viven en las esquinas de Cuenca y de muchos lugares de nuestro subcontinente.

Moisés, era humilde y feliz, jugaba en las calles que eran seguras como el patio de su casa y disfrutaba como todos los niños de las canicas, del trompo o el futbol en cualquier espacio y con dos piedras de arco, pelotas de trapo. Con el normal sacrificio, mejoró la economía de la familia y compraron casa, más tarde carro y su vida era de progreso, con el normal y sano esfuerzo que debemos imprimir los seres humanos.

Vinieron las ofertas de los políticos y resentidos que se tomaron el país y ofertaron el oro y el moro y la arepa en abundancia. Habría justicia y equidad social, trabajo para todos, estatización de las empresas, persecución al gestor empresarial, maravillas para el pueblo. El siglo XXI ingresaba a miserabilizar a la rica y petrolera Venezuela, país que brindó trabajo a muchos extranjeros, entre ellos innúmeros ecuatorianos que ganaron muy bien: auto, casas, dinero, etc.  Cambió el curso de la historia la presencia de una praxis política populista y la angustia cubrió la vida de los venezolanos, perdieron trabajo, iniciaron las colas para conseguir alimentos y fármacos, se degradó el servicio eléctrico y la provisión de agua, se mutiló el servicio hospitalario, llegó la pandemia y ya conocemos lo que ocurrió.

Creció la inseguridad, el asalto, la miseria, salvo para aquellos que lisonjean al régimen.  Moisés, pide caridad en las esquinas, no alcanza a limpiar parabrisas, más en sus ojos se ve la tragedia con la cual vistieron la vida de este niño, que no es precisamente, el “Salvado de las Aguas”. (O)