Un proyecto por la NIÑEZ

En Cuenca, los proyectos, las innovaciones, sobre todo para aprovechar los espacios públicos, no faltan desde los jóvenes profesionales de la arquitectura.

Ruptura Morlaca es el distintivo que agrupa a los arquitectos Paúl Chango, Carolina Bravo, Elí Sarmiento, Israel Morocho y Felipe Solano.

Paúl Chango, quien hizo un masterado en Argentina, cuenta que una arquitecta ecuatoriana que cursa un doctorado en Holanda, les invitó a participar en el concurso internacional denominado Juego Libre.

Dicho de otra manera, una propuesta encaminada a evitar la “callenización”, sobre todo
de los niños que, por razones que ya son obvias, son parte del gran mundo de la informalidad.

Es un problema social que afecta a la niñez, no solo en Ecuador sino en gran parte de países.

En el caso de Cuenca, se los ve en los alrededores del mercado Nueve de Octubre y, sobre
todo, en la feria libre El Arenal.

Los niños, en la mayoría de los casos, son obligados a trabajar. Ofrecen productos que venden sus padres, por lo general, los revendidos. Es su modo de vida que les permite sobrevivir en medio de la pobreza, la mayoría de las veces extrema.

Así que ellos acordaron levantar su propuesta para Juego Libre en la feria libre El Arenal.
Lo hicieron bajo el concepto de un “espacio ménsula”.

En palabras de Paúl Chango, una “propuesta subversiva”, un espacio físico aéreo, tal como
se imaginarían los niños: estar allí mientras sus padres, los demás comerciantes y los miles de compradores, en su ir y venir, “abajo” siguen trabajando.

Entonces, vale imaginar sobre la gran explanada de la feria libre esa especie de “segundo
piso”, de una “nave espacial”, y en él a los niños dedicados a la lectura, a juegos recreativos, compartiendo entre sí en un ambiente de color y alegría, aprovechando mejor su tiempo.

Los de Ruptura Morlaca para plasmar su proyecto escogieron un miércoles. Este día, al igual que los sábados, es el de mayor concurrencia. Claro, ahora menos a raíz de la pandemia.

Fueron aquel día a las 07:30. Y pese a las restricciones, según cuenta Paúl Chango, hubo bastante gente, ni se diga los vendedores informales.

En ese gran sector de la feria libre abundan pequeñas casetas, armadas de un día para el otro. Unas con tubos otras con palos de madera.

Los niños, en el medio de ese bosque de casetas, de la gente mayor, de carretilleros que se disputan por llevar la carga, de un alto tráfico vehicular, pululan de un lado para el otro, ofreciendo de todo.

A los arquitectos de Ruptura Morlaca les llamó la atención que a esa hora de aquel día los niños, lejos de estar en clases virtuales, como se acostumbra ahora por la pandemia, estaban trabajando.


No es fácil que al fragor de las ventas, un comerciante, informal o no, o los mismos niños “se presten” para plasmar un proyecto como el ideado por aquellos profesionales.

Así que a los padres de algunos niños tuvieron que comprarles los productos que estos
ofrecían para que contribuyan a “teorizar” el proyecto arquitectónico que debían enviar para el concurso.

Llevaron, a más de ciertas golosinas, libros, acuarelas, piezas de algunos juegos, para aprovechar mejor el tiempo. La propuesta arquitectónica en sí tendría espacios diseñados para estas y otras actividades que, precisamente, contribuyan al bienestar de los menores. Pero no es que ese día ya levantaron esa “nube”, digamos la infraestructura. Imposible.

La idea fue “teorizar” la propuesta con los niños, bajo carpas, en las que simulaban cómo sería convivir, coparticipar en las diferentes tareas, sobre todo lúdicas, “estando en el aire”.

Según Paúl Chango, la idea base de los organizadores del concurso revela cómo en el mundo hay preocupación por el trabajo infantil, cómo aprovechar los espacios públicos para que los niños, mientras sus padres venden o revenden los productos, se dediquen a otras tareas que contribuyan a su formación integral, más que nada en base al conocimiento, a la recreación y a descubrir sus potencialidades.

Excepto una guardería infantil que funciona a medias, en ese gran espacio comercial
que es la feria libre no hay equipamientos urbanos que permitan objetivos como los citados. Más bien es un sitio de alta peligrosidad a pesar de ciertos controles.

Y, claro, a los niños les gustó ser parte del “montaje” de la propuesta, de haber dejado a un lado la penosa tarea de vender, de ser víctimas muchas veces de la indiferencia de los mayores o de la carajeada de sus padres porque no “venden nada”.

Tanto que les preguntaron si volverán el otro miércoles; incluso algunos comerciantes también se entusiasmaron. Les dijeron que sería bueno que la propuesta se concrete.

Imaginar verse y sentirse en esa especie de “burbuja”, a la que accedan por medio de una rampa y que todo suceda “en el aire”, encantó a los niños.

De alguna manera, a los mayores, a las autoridades, sobre todo, visualizar a los menores
que en vez de correr riesgos en la informalidad aprovechan mucho mejor el tiempo, les va a impactar.

Como expresa Paúl Chango, el proyecto es viable.

La propuesta de Ruptura Morlaca quedó entre las diez mejores. Y, según lo confiesa el citado arquitecto, eso lo que vale la pena; que proyectos que tienen un fundamento de carácter social sean bien vistos, bien evaluados; que en algún momento puedan cristalizarse. (JD)-(F).

Fotos: Paúl Chango