El placer de vivir

  Eduardo Sánchez Sánchez

Llegamos a este mundo sin entender por qué, y las primeras impresiones son la voz y el latido del corazón materno que  derrama amor a borbotones y es poesía de dulzura infinita de quien es embajadora del Supremo. Infancia de gratos recuerdos, de aprendizaje y de lúdicos encantos de imaginación infantil en un mundo de duendes, de elementales distracciones, sin consumismo ni alteraciones globales que atan al mundo de manos y pies en un descalabro.

Juventud donde empieza la curiosidad por Venus, venciendo la timidez y el susto para encontrar la joya buscada en rubios cabellos de trigales acariciados  por Eolo en constante agitar. Montañas y cascadas, lagos y caminatas, ríos y pesca, placeres de sanidad prístina como la natura que seduce al corazón de quienes aman el petricor en una tarde de lluvia, inmersos en bosque saturado de lianas y encantos, orquídeas y helechos, de ranas croando en coro con grillos, aves canoras y cascadas de perlas condensadas de albas bufandas de nubosidad andina.

Encanto de tener un libro que nutra el saber, una guitarra que sueñe con un querer, un poema que pinte la vida que alimenta  la madurez;  la caídas y levantadas que nos enseñan a caminar.

Amistades que endulzan la vida y el  amor es el combustible  de una relación que permite el crecimiento del hogar, con la prolongación de vida en hijos y nietos, que deseamos sean el espejo de nuestros actos y ejemplos, revestidos del cariño y educación, serviciales en sus vidas y distinguidos por la equidad de sus actos.

Disfrutar del árbol que lo sembré y de la sombra de su follaje, del fruto en sus ramas  y de canoras aves que endulzan mi auditivo sentido. Como no soñar con el ocaso de arrebol  de tonos naranjos, rojos y rosas que acarician el alma y endulzan el ocaso paralelo al de mi vida. Gracias al Creador. (O)