Muro

Catalina Sojos

Ejercer el periodismo, opinar sobre tal o cual situación, significa encender una luz sobre esos espacios que permanecerán en la oscuridad. En esta ocasión nuestra palabra nos lleva hacia el muro levantado por Trump y que está ejerciendo su poder letal de paredón ante los migrantes que llegan por miles en busca del sueño americano; pero la viveza criolla, sumada a la criminalidad más inhumana insisten en cruzarlo, inclusive descolgar a seres inocentes de la manera más brutal. Dos niñas ecuatorianas han sido las últimas protagonistas que vuelven a evidenciar a las víctimas del tráfico de niños que permanecen en las peores condiciones: enjaulados, extraviados, locos y calcinados en el desierto o devorados por las fieras o asesinados por granjeros. Esto de lo que nadie habla y que la cancillería ecuatoriana se limita a aseverar que “las niñas están bien, luego del execrable abandono” nos avergüenza como seres humanos. Execrable ¡sí! con todos sus sinónimos, pero la pregunta es ¿Por qué los padres actúan de esa forma? ¿Es preferible que su hijo muera calcinado que de hambre en su país? ¿Por qué las autoridades, los gobernantes, la asamblea, los ministerios y todos los etcéteras no toman cartas en el asunto?  No, amigo lector, esta es la época de los Pilatos que simple y llanamente nos contentamos con decir “qué bueno, execrable y todo, pero están bien…” A propósito, hoy ya debe haber un nuevo ungido por el pueblo ecuatoriano; hacemos votos para que el caballero de la banda presidencial salga de esa zona de confort en la que se sumergen en cuanto llegan a Carondelet y que no se vuelvan a repetir estos actos. (O)