Ciudad y Coronavirus

Tito Astudillo y A.

Mi nieta Juliana, vía WhatsApp, me hace llegar una pintura, La ciudad y el Coronavirus, trabajo de aula, evaluación de una clase informativa  sobre la pandemia, plausible labor docente que, entiendo, realiza todo el sistema educativo, porque educación y prevención en salud en tiempos de crisis sanitaria, es responsabilidad de todas las personas e instituciones y con mayor razón en el aula, porque los niños son los mejores educadores en el hogar y en la comunidad, por su sinceridad, compromiso y constancia.

Impresiona la imagen de la ciudad, abajo en gris, representada por una cuadricula muy bien estilizada con sus manzanos, plazas, avenidas y calles, incluso se percibe cierta categorización en las edificaciones; en calles avenidas y plazas se aprecia una muchedumbre congregada por un lado; algunos caminando, como indiferentes; pero la mayoría, como con asombro, mirando al cielo, de donde desciende una gran nave esférica, de color verde luz, circunvalada de cortos filamentos como  ventosas, y en el centro dos cámaras o reflectores gigantes que suponen ojos y debajo una portilla que simula unas mandíbulas abriéndose terroríficas; a la nave nodriza le siguen y rodean una infinidad de pequeñas esferas-naves-coronanaves-coronavirus, como escoltando unas y otras que se precipitan sobre la ciudad en todas las direcciones, como cercando a la población.

Esta lectura del comportamiento social ante la pandemia en nuestra ciudad, grafica, de forma muy sugestiva, la manera como la enfermedad se anunció, llegó y se tomó la ciudad ante la incredulidad, el asombro e impotencia de la mayoría y la indiferencia de muchos. Lamentablemente, la condición de indiferente no da inmunidad, y al no cumplir los protocolos sanitarios, los indiferentes, pueden ser determinantes en la cadena de contaminación. Es hora de entender y actuar con responsabilidad social, como seres humanos, pero actuando como humanos. (O)