Tranquilidad post electoral

No vamos a hablar de las virtudes y deméritos reales u supuesto de los candidatos. Con una diferencia de 5 puntos los ecuatorianos eligieron al que consideraban el más idóneo. Lo que vale la pena es referirnos a la forma en que se llevó a cabo el proceso, sin que los temores de violencias o irregularidades, que algunos presagiaban, se hayan hecho realidad. Sin afirmar de manera categórica que se haya llegado a madurez suficiente para que funcione la democracia con sus virtudes y limitaciones, el comportamiento de los ecuatorianos ha sido disciplinado y los que presagiaban fraudes y maniobras, quedaron frustrados. Es posible y deseable que la tranquilidad desplace a la agresividad.

Vale la pena hacer unas reflexiones sobre lo acontecido para que se hagan cambios en los próximos comicios. La ley no prohíbe en forma concreta que en las campañas se hagan ofertas de entregar en contante y sonante sumas de dinero a ciudadanos –lo que suena a compra de votos- pero el candidato perdedor lo hizo reiteradamente. En una campaña se ofrecen proyectos y políticas para que los electores las juzguen dando lugar a discusiones sobre su conveniencia y realismo. Consideramos conveniente que se hagan reformas legales para evitar estas demagogias de mal gusto que podrían deteriorar la seriedad de las campañas.

Como componente positivo cabe aplaudir la inmediata aceptación del perdedor de los resultados y la sensata felicitación al vencedor como ocurre en otros países. Su ha superado la práctica demasiado frecuente en el pasado de alegar supuestos fraudes y prolongar innecesariamente la incertidumbre. La manera cómo la máxima organización electoral informó sobre los resultados, mitiga la poca credibilidad de los ecuatorianos sobre esta institución. Esperamos que estos avances se consoliden en el futuro, ya que, esencial a la democracia, es aceptar la derrota. Recordando anteriores elecciones, destacamos que en ésta no hubo “apagones”.