Mesa bien servida

Hace cerca de cuatro años, cuando Correa entregó la presidencia de la república a su sucesor y hasta entonces “pana”, con su arrogancia característica le dijo que le dejaba la “mesa bien servida”. Dejó a su sucesor la deuda externa más cuantiosa de la historia, una burocracia gigantesca e inútil, para complicar trámites, medios de comunicación apaleados y denigrada con los más grotescos insultos. El actual presidente no “se tragó” ese banquete, sacó por lo menos parcialmente a luz una serie de actos de corrupción del gobierno anterior y, poco tiempo después, su vicepresidente, más correísta que Correa, fue a “ejercer su poder” en la cárcel de Latacunga en la que permanece.

El triunfador en las elecciones presidenciales, que superó con amplitud al candidato de Correa, tuvo su primera entrevista con el actual presidente para organizar adecuadamente la transición. El primer mandatario le dijo a su sucesor que la mesa no estaba servida, es decir que había serios problemas que enfrentar, pese a que él había hecho lo posible para salir adelante. Consideramos sensata esta afirmación, ya que la situación económica del país, seriamente agravada por el fenómeno mundial de la pandemia que se inició hace más de un año es muy difícil. La seriedad política a los más elevados niveles tiene que estar fundamentada en el realismo y no la tan nociva demagogia.

Esencial a la democracia es el cambio de poder con personas de diferente orientación; lo civilizado es aceptar con tranquilidad y seriedad el triunfo de opositores. Salvo casos deplorables de corrupción populista, lo que importa es que los mandatarios hagan un esfuerzo por el bienestar colectivo, al margen de la diversidad de caminos que proponen para hacer realidad el bien común. En las elecciones los contendientes ofrecen alternativas distintas y variedad en prioridades y el pueblo, depositario del poder, es el que decide. Nadie es perfecto y es importante que operen en el mandato diferentes alternativas con un mismo propósito: El bien común.