EL DOLOR

Rincón de Cultura Jorge Dávila Vázquez

¿Cómo hablar de su muerte, mi querido amigo, compañero, colega de tantos años, Jorge Villavicencio Verdugo, si apenas intento hacerlo llegan las imágenes de otros muertos cercanos a mi viejo corazón?

Viene la serena belleza de mi prima política Sarita Moreno Vintimilla de Íñiguez, hija del mayor de los pintores cuencanos de la transición de la plástica religiosa al paisaje, Manuel Moreno Serrano.

Viene la figura de Ramiro Dávila Grijalva, escritor, amigo fraterno, diplomático, con quien compartí horas hermosas en Caracas, en Quito, en Cuenca, unidos, por la reverencia hacia la gran poesía; él que parecía un árbol sempiterno, devastado por el mal implacable de este tiempo.

Y llega la presencia bondadosa de Leopoldo Peñaherrera, fraterno, colega, hombre de infinitas bondades, sabio y sereno, víctima también del implacable Covid.

Así, querido Jorge Villavicencio, apenas evoco su partida, que no se debió al terrible Covid, sino a otro mal que venía minando su salud desde hace años, sin lograr dominar su férrea voluntad, me siento acongojado por las muertes de otros seres, cercanos a mi alma, y que han dejado en este mundo dolores y desolaciones.

Sí, Jorge, este es un tiempo de horrendos aislamientos y temores, Una época en que no podemos estar cerca de los que amamos para expresarles nuestros sentimientos; no logramos estrechar la mano de los que agonizan; ni abrazar con afecto a los que quedan en la orfandad.

En nuestras usuales reuniones de los jueves, con los colegas y amigos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuenca, deplorábamos los dolores espantosos de un tiempo que, repetíamos, no lo imaginábamos, ni en las peores pesadillas de la infancia o la juventud, pese al tono agorero de las beatitas de entonces, que temían los tres días de oscuridad y otras plagas apocalípticas. “Y eso que vivimos en una época que pondera tanto el avance de las ciencias”, insistía Ud. En fin, Jorge, maestro de los más exigentes, amigo de los mejores, ya se habrá encontrado con aquellos de quienes bebió el saber, la calidad humana, el don de la amistad: Efraín Jara, Alfonso Carrasco, Alejandro Mendoza, o la cordial camaradería: Walter Auquilla, Leopoldo Peñaherrera, Miguel Miranda… ¡Paz eterna a Ud. y a todos ellos!  (O)