Encierro

Catalina Sojos

¡Y llegamos al extremo de tener que encerrarnos bajo las más estrictas medidas policiales! Y es que la ingobernabilidad del pueblo ecuatoriano, la ignorancia de algunos y la inmoralidad de otros, obligaron a que el estado intervenga. Más allá de un toque de queda, planeado como estrategia política hasta la posesión del nuevo mandatario, más allá de la intención subyacente a que se calmen las aguas que amenazan con ser turbulentas con el nuevo régimen, el confinamiento y las rígidas restricciones, aclaran el panorama desolador que vivimos en materia de cultura y ética, sanidad y psicosociología. La ausencia de responsabilidad, educación y moral de aquellos que no dudan en salir desaforados a la calle para contagiarse y contagiar a los otros ha obligado a que seamos encerrados como animales en el gallinero. La inmunidad de rebaño está en veremos y la campaña de vacunación es un cantar interminable. Nunca como hoy la falta de autoestima, el fatalismo latinoamericano, la idiosincrasia colonialista se ha hecho evidente. “Tomemos el ultimito y vayamos al hospital” allá el personal médico, los ancianos y todos aquellos segmentos de la población en los que ya hemos redundado esperan; ahora la policía puede entrar en nuestra vida privada, en nuestra casa y eso es un virus peor que el COVID-19. Definitivamente no lo merecemos. (O)