JANINE CHANEL, AU REVOIR

Rincón de Cultura Jorge Dávila Vázquez

Hay en francés formas y formas de despedirse, quizás esta no suene tan definitiva como ADIEU, y solo sea algo como HASTA VERNOS, como À BIENTÔT, HASTA PRONTO… en fin, subterfugios del corazón, frente al dolor y la muerte.

Janine Chanel vino a Cuenca, como maestra de la Alianza Francesa hace 30 años. En su profesión era seria, dedicada, impecable; en la amistad era única, incomparable, sabia, dotada de respeto, gran sentido del humor y hondo deseo de que en su casa y en su compañía todo mundo se sintiese bien. Y lo conseguía. En una época, el grupoito de amigos lo integrábamos el Director de Alianza, el Presidente, algunos vocales y miebros del Directorios y cónjuges; Elsa, una anciana dama, que tenía mucho mundo y había conocido a grandes figuras de la cultura de Occidente como Camus, pintores, músicos y otros notables a los que recibió en sus casas europeas, y algunos profesores de las Alianzas y funcionarios de la Embajada Francesa y sus esposas, de paso por Cuenca, de muy agradable trato.

Janine se empeñaba, en unión con Alain Chaudron, el Director de Alianza de entonces, en escoger delicados platillos, que preparaban entre los dos, o encargaban a un restaurante. Las veladas, llenas de historias, risas y bocadillos, eran inolvidables.

Conversaciones, interminable, y Janine evocaba viajes, parientes, conocidos. Hace unos 12 años escribí un cuento que le dediqué. Era la historia de una maetra de ballet que deja Francia y se establece en un país que parece ser el Ecuador, y cuyos años finales transcurren a la orilla del mar. Aline, que así se llama el personaje, tiene uno que otro rasgo de mi amiga, por ejemplo su singular nostalgia de una Francia que jamás se le fue del corazón; la conciencia de un lejano parentesco con una aristocracia que, si bien no le interesaba, sabía que ahí estaba, con sus fortunas e historias perdidas, y quizás alguna historia sentimental vivida en tiempos que su enérgico carácter borró casi del todo. Sincera como fue siempre, me dijo que no le gustaba el cuento, pero quedó ya para toda la vida con su dedicatoria, que mantengo, con el inmenso afecto que tuve todos estos años para ella y que florece aún hoy y para la eternidad. À JAMAIS, JANINE,  AMIE! ¡Hasta siempre, amiga!  (O)