Angela Dorothea

Juan F. Castanier Muñoz

En los primeros días del presente año y, por motivo de su discurso de año nuevo dirigido al pueblo alemán, la canciller Ángela Dorothea Merkel dijo, como siempre, muchas cosas importantes y prácticas, y de ellas destacamos dos: dijo que luego de dieciséis años de mantenerse al frente del gobierno alemán, ya no participaría en las elecciones que se llevaran a cabo el próximo mes de octubre, a pesar de que, legalmente, podría hacerlo y, luego, dijo que de cara al 2021, el panorama no era nada sencillo, expresó que ella “no podía mentir” a su pueblo, que se venían días duros desde el punto de vista de la pandemia y por la situación económica derivada de ella. Pidió finalmente a sus conciudadanos mantenerse unidos, no perder la esperanza y, sobre todo, pensar más en lo que pueden hacer por los demás que en lo que tiene que ver con su particular interés y comodidad.

Increíblemente, o a lo mejor en una esperada respuesta, una vez terminado su mensaje, los ciudadanos alemanes que le habían escuchado y visto en los medios, irrumpieron en un sonoro aplauso, desde sus hogares, desde las ventanas, desde los balcones y terrazas, desde los parques y calles, desde los bares y restaurantes, desde los establecimientos comerciales, desde las oficinas, desde los campos, desde la transportación pública y privada, en suma, desde todos los rincones del país la gente se puso a aplaudir. Y aplaudió, y aplaudió ¡durante seis minutos! Convirtiéndose, más que seguramente, en el más largo, sonoro y multitudinario aplauso que se haya dado jamás en el mundo.

Y es que Ángela Dorothea se merece eso y más, porque en los dieciséis años al frente del gobierno alemán, con conductas austeras y pragmáticas, con una clarísima posición anti populista y anti nacionalista, respetando y tolerando los criterios de los demás, defendiendo los derechos humanos y formando parte, con absoluta seriedad y responsabilidad, de las más altas instancias internacionales, ha demostrado que si es factible, sin caer en los extremos ni en las rimbombancias, conducir una nación por el sendero de la honradez y el progreso. ¡Me sumo a los aplausos! (O)