Confinados sin casa: así es vivir el toque de queda en la calle

Por Luna Piedra

Las personas que viven en la calle se han adecuado para tener un espacio para dormir y cocinar. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Es viernes por la noche en Cuenca y llueve como si el COE Nacional hubiese hecho un acuerdo con el clima para obligarnos a todos a cumplir con el confinamiento. Mientras los ciudadanos manejan apresurados para llegar antes de las 20:00 a sus casas, lo último en lo que piensan es en que debajo del puente que están transitando hay gente que pasará el estado de excepción ahí: “Por la pandemia estamos ahí refugiados”, cuenta Junior M., identidad protegida, mientras señala su lugar de confinamiento.

Él se aloja desde hace tres meses en el puente de la Unidad Nacional, cerca del Coliseo Jefferson Pérez: “Es jodido, cuando crece el río parece que se va a llevar el puente y nos asustamos”, cuenta. El oriundo de Machala pasará confinado ahí los siguientes dos días, hasta que se levante el estado de excepción.

Siete de cada 50 ecuatorianos viven en la pobreza extrema, según datos del INEC del 2020.

 El Decreto Ejecutivo que dicta el confinamiento estará vigente hasta el 20 de mayo. En un estado que exige que nos quedemos en casa todas las noches y todo el fin de semana ¿Cómo cumplen esta obligación los que no tienen casa?

“No podemos darle una obligación a una persona cuando no tenemos una solución, si uno no tiene una casa, ¿cómo le podemos decir ‘anda a la casa’?”, se pregunta el activista italiano que reside en Cuenca, Luca Pallanca.

Xavier Caivinagua/El Mercurio

Las autoridades

“Nosotros matamos el virus con la guanchaca (alcohol etílico)”, dice la esmeraldeña Yesenia S., quien pasará el confinamiento en el pasaje Gran Colombia junto a su mascota Princesa y a tres compañeros, con quienes comparte el mismo colchón.

“Las personas que encontramos en los operativos en las calles son personas que consumen alcohol o drogas”, explica Fernanda Pinos, coordinadora del Proyecto Vida, del Municipio de Cuenca, que desde enero de este año ha hecho abordaje a “200 casos nuevos” y en el que están involucradas varias entidades municipales, gubernamentales y privadas de la salud y bienestar social en Cuenca.

Además de personas con adicciones, las autoridades han encontrado deambulando por las calles a “pacientes duales”, que son los que tienen “adicción y un cuadro psiquiátrico a la vez”. 

Pinos cuenta que también existen “casos de mendicidad de paso”, que son extranjeros que duermen en las calles mientras están de paso por Cuenca y explica que “ellos son ayudados por la Casa del Migrante”.

Estos casos también han sido abordados en los operativos del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES).  “La mayoría de personas que encontramos en más de 100 abordajes que hicimos eran ciudadanos extranjeros”, cuenta el coordinador zonal 6 de la entidad, Felipe Moscoso.

En Cuenca no existe un albergue para personas que viven en mendicidad. Existió hasta el inicio de la pandemia: la Posada San Francisco, pero tuvo que cerrar a causa de la misma. El MIES activó una casa de acogida temporal, que cerró cuando se levantaron las medidas del primer confinamiento.

“Solamente vinieron a dejarme mascarillas, eso de qué vale”, cuenta Junior M. con respecto a la ayuda que ha recibido de parte de las autoridades. “Ayudarles una vez no es una ayuda, es como tapar con un parche una herida que necesita suturas, a la final no soluciona nada” dice al respecto la psicóloga  clínica Mayra Padilla, quien trabajó por años en el área de psicología del Centro de Reposo y Adicciones (CRA).

“El otro día estaba durmiendo aquí, cuando me levanté llenita de gas, los policías me echaron gas mientras dormía”, cuenta Yesenia S., mientras su compañero, que fue testigo, acota y explica que se trataba de “policías del PAI cercano”. Yesenia S. es doblemente vulnerada, pues además de vivir en mendicidad, ella es mujer:  “Las autoridades nos han quemado los colchones y las colchas”, explica.

“Hay muchas denuncias de que hay un exceso de fuerza, que a veces las autoridades de control ejecutan al momento de abordar a los ciudadanos, para ello estamos tratando de controlar, para que no se vean vulnerados derechos”, dice el coordinador zonal 6 del MIES.

“La mayoría de ellos (los mendigos) no quiere apoyo, eso hay que dejar muy claro, si es que la persona no quiere nuestro apoyo, no es viable hacerlo de una forma autoritaria”, explica Fernanda Pinos, del Proyecto Vida, y añade que sin la autorización del paciente o de su familia no pueden proceder a un tratamiento.

“Probablemente ella (Yessenia S.) ve a la autoridad y tiene un recuerdo negativo porque tuvo miedo cuando le echaron gas, entonces asocia a la autoridad con este hecho y puede venir alguien con la mejor intención, pero ella ya tiene esa asociación negativa con la autoridad”, analiza la psicóloga Padilla. Pero el problema no se acaba cuando estas personas deciden recibir ayuda de las autoridades.

“En el CRA, al menos el área de psiquiatría, no es un psiquiátrico prolongado, como por ejemplo en Guayaquil, que tienen su área de pacientes crónicos, el CRA no tiene eso”, explica la psicóloga que trabajó en el único centro psiquiátrico de la zona del Austro.

“En algunos países después de que se estabiliza la parte crónica, los pacientes pasan a una segunda área, en la que buscan estabilizar otras afectaciones del paciente. Eso no tenemos”, analiza Padilla y explica que, sin un área para pacientes crónicos, no sirve de nada tratarlos.

Esta información la confirma Fernanda Pinos, del Proyecto Vida: ”Hay los que llamamos pacientes subsecuentes, son personas que hicieron un proceso, se reincorporaron pero algo pasó y volvieron a la mendicidad, el rato que les volvemos a ver en la calle nuevamente retomamos el proceso”, explica.

Bajo el puente de la avenida Unidad Nacional, río Tomebamba,  viven tres personas. Xavier Caivinagua/El Mercurio

La solución

“Para eso hay una autoridad, para que le ayude a uno, es algo injusto que no ayuden”, dice Yesenia S. mientras le echa una mirada a su mascota Princesa, que es de color café y que está preñada.

“En general hay un estigma a las adicciones y a los problemas psiquiátricos, obviamente es un riesgo porque las personas con adicciones pueden recaer, pero tampoco son poco funcionales o ya no sirven”, explica la psicóloga Mayra Padilla.

“Hemos topado estos temas con las autoridades para ver cómo y de qué manera se puede tener alguna infraestructura parecida (a un albergue), las ideas son fabulosas, pero el momento de sumar y decir me toca poner esto es muy complicado”, dice con sinceridad el coordinador zonal del MIES, Felipe Moscoso.

Se necesita “un lugar de transición, en donde la persona sea atendida pero pueda salir, ir ciertos días al trabajo y si no tiene casa, quedarse ahí hasta encontrar la red de apoyo”, dice la doctora Padilla.

“Si un municipio o algún ente gubernamental tiene un espacio libre, que de seguro tienen, empezamos a sacarlos de la calle, después buscamos un apoyo psicológico, un apoyo médico para liderar el proyecto y pedimos en las universidades que los estudiantes hagan sus prácticas ahí”, dice a manera de posible solución el activista Luca Pallanca.

“Yo estaba en coordinación de las prácticas de la UDA y necesitamos centros de prácticas, mientras más lugares mejor”, acota la psicóloga Mayra Padilla, “si las autoridades de Cuenca se ponen las pilas, harían un muy buen proyecto”, dice.

“La solución es que quiero tener un buen trabajo, arrendar un cuarto y vivir como la gente, no queda más que aguantar frío”, concluye con resignación Junior M. (I)