Decadencia lingüística

Alberto Ordóñez Ortiz

A propósito de la nada feliz expresión –infeliz, dicho con rigor semántico- emitida recientemente por el presidente, cuando sin el más mínimo sonrojo, en una reunión de varios presidentes de la región, se atrevió a decir en medio de un bullicioso mar de sonrisas: “Ojalá yo tuviera un mejor pueblo”, es útil recordar varias opiniones del excepcional lingüista e investigador Cristoper Clave, quien expresó que “El coeficiente intelectual medio de la población mundial, que hasta los 90 siempre había aumentado, en los últimos 20 años está disminuyendo…”

A su juicio, la principal causa de ese fenómeno provendría de la permanente reducción y devaluación del lenguaje. La malcriada y obtusa abreviación de palabras, son golpes mortales al léxico: decir “veci” en lugar de vecina, y así ad infinitun, es insufrible atentado. Sin palabras para construir un razonamiento, el pensamiento complejo se hace imposible, ni se diga el pensamiento crítico, que es el que nos confiere la libertad y la posibilidad de tener un pensamiento propio.

Quienes fomentan la simplificación de la ortografía y de todo lo que enriquece la lengua, serían los artífices de la decadencia de la mente humana que, limitada en su expresión lingüística, queda limitada en su pensamiento. El crecimiento del idioma es viva expresión del desarrollo cerebral. Por lo tanto, es preciso concluir diciendo que ni siquiera se podría entender lo que es la inteligencia sin el pensamiento que la refleje. Por eso, renegar cándidamente de su pueblo, -como lo hizo el presidente- es renegar de su esencia ¿o fue acaso una limitación del lenguaje?, Entonces, si no le gusta nuestro pueblo, hubiera resultado sensacional que fuera presidente de los esquimales que, por ventura ya no existen o son tan pocos, que las víctimas de sus yerros, serían también contadas. (O)