Últimos días

Cuando el período de un presidente electo está por terminar, es normal reflexionar, aunque sea sin profundidad, en cómo se ha llevado a cabo una administración, de lo que se esperaba en su inicio y lo que ha ocurrido al final. Al actual gobierno le quedan tres días y surgen estas inquietudes. Cuando las autoridades electorales, en discutidos escrutinios lo declararon triunfador, la idea generalizada era que había triunfado el continuismo y que el estilo de Correa se mantendría, ocultando todos los cuestionamientos de su administración que, en materia de corrupción, eran secretos a voces. Que al estilo Chávez, esta discutible forma de “sucialismo” se prolongaría.

En poco tiempo se dio un cambio imprevisto, la fuerte controversia con su vicepresidente, heredero directo del estilo correísta insultante e intimidante que terminó con su separación de las funciones y al poco tiempo su prisión en Latacunga al haberse comprobado grotescos actos de corrupción. La ruptura con el gran jefe, que le llamó traidor, fue evidente. No faltaron quienes creyeron que se trataba de una maniobra más del correato con este “incidente teatral”. El primer mandatario manifestó que la primera orientación de su gobierno sería combatir la corrupción. Para desilusión de algunos, podemos afirmar que la ruptura fue real.

Que el anterior presidente sea prófugo de la justicia con sentencia de ocho años de prisión y el vice anterior siga en sus “vacaciones”, demuestra que se combatió la corrupción, pues además hay varios exfuncionarios de alto nivel que tienen esa condición. Pese a los millonarios esfuerzos, el candidato de Correa perdió las elecciones en comicios que se desarrollaron con normalidad. Quedó en claro que se dio un giro importante en la política del país, cuando menos se esperaba. El próximo presidente de derecha tiene proyectos esperanzadores. Su ruptura con sus aliados de campaña, que por una función, pactaron con el correísmo que buscaba alguna forma de “amnistía” (impunidad) es decidor.