Esperanzas y temores

EDITORIAL | Los cambios de gobierno en el sistema democrático dan lugar a incertidumbres. No es posible una transformación radical como ocurre luego de fuertes enfrentamientos para captar el poder como en las denominadas revoluciones. Cuando ocurre luego de un proceso electoral pacífico, en un elevado porcentaje el ordenamiento social se mantiene, pues, las leyes establecen reglas del juego para mantener orden. Los que acceden al poder tienen ideas y planteamientos nuevos dentro del orden establecido. Para hacer un juicio de valor más coherente, deben transcurrir algunos meses, para saber cómo se los pone en práctica. Sin menoscabar el pensamiento, la gestión pública conlleva acciones.

Lo normal es que predominen esperanzas positivas, ya que la tendencia general es que los cambios que se esperan serán positivos, sin negar que siempre habrá un grupo que, imaginativamente, anunciarán desastres antes de evaluar decisiones y medidas propuestas. Que se dé un cambio radical de la noche a la mañana no es posible, porque las condiciones locales y mundiales no lo permiten. Importa que haya respeto a la libertad de opinión y prensa y que se mantengan los derechos humanos de las personas, al margen de autoritarismos cuyas decisiones cuestionables eran sustentadas con insultos y agresiones a los que no estaban de acuerdo con la voluntad del mandamás.

En el caso actual, hay que considerar que el último presidente que gobernó entre 1984 y 88 era abiertamente de derecha, dentro de los calificativos que se usan en el país. Lo que es positivo es que en las últimas elecciones fue derrotado el populismo demagógico que identificaba ser de izquierda con incentivar la odiosidad social y acusar a quienes producen riqueza en altos niveles de causantes de todos los males. Con todas las limitaciones del caso, es importante que en los cambios de poder primen las ideologías. Más allá de derecha o izquierda, lo que importa son las acciones y la aceptación del aserto “por sus obras los conoceréis”.