Fiesta de los chumales

Tito Astudillo y A.

OPINIÓN | Mirando los sembríos de maíz en flor y choclo en todo su esplendor, recuerdo los maizales de mi pueblo, la generosidad de la chacra, las golosinas del maíz tierno y la preparación de los chumales en casa del abuelo, de los tíos y en la nuestra con la familia, vecindad y los amigos; y, más tarde, la “Fiesta de los chumales”, que cada año por esta época, ofrecía el escritor Manuel María Muñoz Cueva, el “Chugo Muñoz”, a sus amigos poetas.

Eran invitados, entre otros, Jacinto Cordero Espinosa, Eugenio Moreno Heredia, Efraín Jara Idrovo, Teodoro Vanegas Andrade, Arturo Cuesta Heredia, Rubén Astudillo Astudillo, Alberto Ordoñez; entrañables amigos como Oswaldo Moreno Heredia, René López Moreno y Rodrigo Astudillo Astudillo, a un convite convertido en ritual anual de la amistad y la poesía.

Los mejores choclos de los maizales de El Valle eran deshojados y desgranados por una minga de manos, y molidos en la máquina, corona, de Doña Clotilde, la amable dueña de casa, quien dirigía la preparación de la masa y su compostura en las hojas, y en la olla grande que esperaba en el fogón de leña. A la mesa llegaban humeantes de aromas para ser servidos con “café pasado”; grano lojano tostado y molido, bajo la atenta mirada del anfitrión y guardado en tarritos de fabricación artesanal. Una vez pasado, en la clásica fundita casera de tela, se ofrecía en tacitas de loza y cerámica ancestral. “Sírvanse caballeros”, brindaba.

La “Fiesta de los Chumales” era una larga tarde y noche de bohemia típica cuencana, con tertulia cordial, diversa y erudita; lectura de textos y comentarios; los últimos libros y la excelencia de la crítica literaria; historias, semblanzas, anécdotas, chanzas y achaques, también, porque vivieron su juventud a plenitud con encuentros y desencuentros, afectos y complicidades que, cohesionó un grupo cultural generacional y una amistad a prueba de recuerdos, júbilos y nostalgias. Era la década del 60. (O)