Señor Presidente

Pronto pasa la euforia provocada por la asunción al poder. Lo habrán vivido sus antecesores tras ceñirse la banda presidencial, y casi que de inmediato enfrentarse a la realidad.

El mismo pueblo asume con inusitada esperanza el discurso de posesión, como quien, en base a su fe, aguarda que sus rogativas encuentren eco en la divinidad.

Así debe estar la mayoría de los ecuatorianos al escuchar su discurso Señor Presidente Guillermo Lasso.

Tantas frases bien hilvanadas por usted para anunciar un nuevo Ecuador; muchas citas históricas tomadas de exmandatarios, como las del malogrado Jaime Roldós, para referirse a las apremiantes necesidades del pueblo; tantas lapidarias insinuaciones en contra del caudillismo para abogar por la democracia, las libertades, el “encuentro” entre todos aun en medio de las diferencias; muchas acciones expuestas en breves trazos para hacer frente a tantos problemas, comenzando por el de la salud, la falta de trabajo, la histórica inequidad social, que afecta sobre todo a la niñez; la inseguridad que atenaza y amordaza al país; la educación a medias, y hasta una carencia de autoestima.

Señor Presidente: no cabe duda que muchos compartieron sus instantes cuando estuvo al borde del llanto. Pero es que son tantos los nubarrones entre los que han sobrevivido en los últimos años. Ahora confían en usted para, como es su deseo, levantarse a sí mismo y al país.

Tampoco queda duda que la oposición quedó pensando hondo tras su llamado a la unidad, al diálogo. Igual se habrán quedado quienes no comparten con su visión económica, pero que siendo parte del debate deben procesar que el mundo del siglo XXI no se forja con quimeras ni quemando incienso, pero tampoco abrazando los extremos, que benefician a unos pocos.

Y usted lo dijo Señor Presidente: “Que no haya dudas: nuestra intención no es minimizar al Estado, sino maximizar su capacidad para servir a los más pobres”.

Ojalá que la élite económica también entienda esta realidad y le coadyuve en esta tarea; pues hay “cinco millones de ecuatorianos en la clase media y doce millones empobreciéndose”.