Tinieblas del corazón humano

Hernán Abad Rodas

Palestina tierra sagrada, donde nació Jesús y predicó su evangelio de paz, amor y justicia, nuevamente está anegada de sangre, dolor y lágrimas.

Luego del incesante y cotidiano bombardeo del ejército israelí, iniciado el 10 de mayo pasado, se puede observar una macabra senda de esqueletos de hormigón todavía humeantes, amasijos de ambulancias calcinadas, árboles tronchados; es el lúgubre panorama que presenta la franja de Gaza.

Parece que no hay poder en el mundo que detenga a Israel de obtener su macabro objetivo de aniquilar al pueblo palestino, no sólo militarmente, sino también con el hambre y la miseria, a través del bloqueo inmisericorde de sus fronteras.

Con la pesada arena y el viento cruel del desierto, llegó inevitablemente a Gaza la sombra de la muerte; los campos quedaron desnudos, salvo algunos árboles sin hojas que se erguirán como espectros de la muerte sobre las desiertas planicies.

Frente a esta tragedia humana, muchos países se sienten impotentes, otros por intereses nacionales callan; la ONU ha perdido su razón de ser, su voz es débil, mientras los habitantes de Gaza exclaman al mundo: no nos tengan lástima, no se entristezcan por nosotros, porque las almas que ven la luz de Dios, disiparán las tinieblas del corazón humano, y no volverán a tener miedo jamás.

La falta de alimentos, medicinas y agua, ha causado la muerte de decenas de ancianos, niños y adultos palestinos, cuya verdadera cifra jamás conoceremos, pues está prohibida su difusión pública.

Desde el desierto, se sigue escuchando el lamento de las almas sufrientes de miles de palestinos; que tienden sus manos temblorosas ante la presencia de la muerte. Junto a las blancas mantas que cubren los cuerpos de decenas de víctimas inocentes, se encuentran cientos de huérfanos, que suplican que manos bondadosas abriguen sus delgados cuerpos; sufren hambre y frío; viudas trémulas de miedo deambulan entre los escombros de lo que fueron sus míseros hogares.

Un día no muy lejano, los habitantes de la franja de Gaza encontrarán la paz, la libertad y la democracia, y las sembrarán como un árbol en una nueva tierra, y del perfume de sus raíces beberá el sol del desierto, despojándose del recuerdo de primaveras y otoños sangrientos.

El genocidio y la masacre en Gaza, nos han revelado las tinieblas del corazón humano. (O)