El discurso de Lasso

José Chalco Salgado josechalcosalgado@gmail.com

            La posesión del nuevo Presidente trajo un criterio compartido: Al fin, después de tanto tiempo, un cambio de mando sobrio y formal, dando valor a la función pública y al país, un acto finalmente conforme a las tradiciones constitucionales y democráticas que deben mirarse como símbolo de respeto a ellas.

            El discurso tuvo el necesario mensaje hacia recuperar la democracia y la visión estadista, en donde se pase de la palabra mesiánica y todo poderosa a un tiempo de examen pausado, decisiones pensadas y visión por el país. Dejando a un lado el encontrar enemigos internos y externos para gobernar y confrontar. Es decir, dando paso a un nuevo tiempo de respeto, futuro y esperanza. De conciliación y encuentro.

            Pero existió además una fórmula que merece ser explicada hoy. Guillermo Lasso repetidamente señaló que es fundamental dar valor a un Ecuador republicano. Es decir, desde la comprensión de la república como forma de gobierno que nació para poner control y freno al poder político ilimitado y abusivo de la monarquía -hoy gobiernos de tintes autoritarios o monárquicos-. Comprender la república es englobar a elementos y características que permiten mejorar su rendimiento recíproco con la democracia.

            División e independencia de poderes del Estado, división tripartita del poder, responsabilidad jurídica y política de los gobernantes, principio de representatividad, determinación de autoridades por elección popular y alternancia en el ejercicio del poder, son las características sustanciales -y no menores- de la teoría republicana que promete el nuevo Ecuador. Pues, el país nació en 1830 como una República que instauraría virtudes conducentes a afianzar la visión de independencia del colonialismo sí, pero además del abuso y concentración de poder que había experimentado. 

El populismo es una mirada egoísta desde el monismo absoluto que entiende que los conflictos se procesan entre uno mismo y unos pocos, sin la advertencia que mira a la democracia como método idóneo para procesarlos. Entonces, cuando no hay comprensión republicana los derechos se convierten en dádivas del gobernante y no en reconocimientos y garantías para frenarlo. He ahí el valor del discurso de posesión del nuevo Presidente de la República. (O)