Los placeres mentales

Vivimos en un mundo extraño, donde la injusticia, la corrupción, la mentira, las inquietudes, la pandemia y los duelos atormentadores tienen su estancia, donde habitan las pálidas cuitas y la triste vejez, con esta compañía tenemos que pasar nuestras vidas.

Una forma de imponer serenidad a nuestro espíritu y pagar el tributo de la mortalidad, es encontrar refugio en los placeres mentales y espirituales, con el fin de soportar los acontecimientos fortuitos y ponernos de acuerdo con nuestra verdadera naturaleza.

Entre los más altos placeres de la mente y del espíritu, que se hallan conectados con nuestro intelecto y nuestros sentidos tenemos: la literatura, el arte, la música, la religión y la filosofía; ¿qué hace una pintura, sino darnos un panorama o retrato, y recordar en nosotros el placer sensorio, de ver un paisaje o un rostro hermoso?, y ¿qué hace la literatura?, sino crear un cuadro de la vida, darnos la atmósfera y el color, el fragante perfume de los prados.

En cuanto a los demás placeres mentales, la poesía no es más que la verdad coloreada con emoción, la música es un sentido sin palabras, es sentimiento puro, y aún, careciendo del lenguaje de las palabras, puede operar el intelecto.

En cuanto a la religión, creo que su decadencia, se debe al espíritu pedante en la invención de credos, fórmulas, artículos de fe, doctrinas y apologías. A medida que justificamos más, racionalizamos nuestras creencias; y nos mostramos tan seguros de estar en lo cierto, es cuando más estrechos de criterio nos hacemos.

Todas las religiones superiores exhortan a los seres humanos a suprimir sus deseos egoístas, misión verdaderamente difícil; pero si el hombre no se empeña en vencer sus bajos anhelos, los elementos animales de su constitución lo dominarán, y se extinguirá la iluminación individual, medio indispensable para crear un mundo, donde reine el amor, la paz y la justicia.

El arte, la poesía y la religión bien concebidas, tienden a restaurar en nosotros, una visión fresca, un resplandor más emocional, y un sentido más vital en nuestra existencia.

Los placeres mentales dan vida y naturalidad a nuestros pensamientos, nos enseñan la sencillez en el mundo artificial que vivimos; nos devuelven la salud y la cordura de vivir; suprimiendo la fiebre y el delirio del “éxito” material y del poder político que embrutecen a muchos seres humanos. (O)