“La verdadera señal de amistad es acudir al amigo en los dolores, tesoro que de que nadie quiere ser partícipe si no tiene parte en él” (Quevedo: Sentencias), y el diccionario hispano define la amistad como afecto puro y recíproco entre dos o más personas”, florece en la oscuridad, sonríe en la tristeza, no tiene tiempo ni distancia. En la historia que voy a contarles un grupo de amigas iluminaron con su afecto el vacío que da una enfermedad, cuando una de ellas lo estaba y tenía que recibir un tratamiento muy largo en Solca, era la hora de la cosecha que también su entereza y generosidad sembró en terreno fértil.
Ese otro episodio de nobleza del tenor madrileño Plácido Domingo cuando creó una fundación para apoyar la curación de la grave enfermedad del cantante catalán José Carreras del que estaba alejado por el separatismo político de sus lugares de nacimiento, diciendo “no quiero que se apague una voz como la de él”.
La Naturaleza es un ser vivió que nos ofrece todo y a la que debemos amistad y gratitud, a propósito, en nuestro medio atentamos su equilibrio acabando con ella; hace tiempo se botó la colina de la Virgen de Bronce y hoy por Turi se lanzan desagües a los caminos y el nuevo edificio de la cárcel arrasa una montaña.
Violando la Naturaleza provocaremos su venganza con inundaciones y deslizamientos. (O)
