La ruta de “zapatos colgantes”

En Ecuador, esta práctica es aplicada por bandas para delimitar territorios destinados a la venta de droga.

Sobre el parqueadero de la Feria Libre hay por lo menos ocho pares de “zapatos colgantes”, que advierten de la presencia de bandas delictivas. XCA

Deportivos, casuales, de excursión. Así de diversos son los modelos y colores de zapatos que cuelgan en los cables de luz en Cuenca. Algunos son nuevos, otros de medio uso, y en su mayoría viejos. Se ubican en distintas zonas de la ciudad y su presencia en estos espacios tiene un solo significado: la delimitación de territorios por parte de bandas dedicadas a la venta de drogas.

A pesar de que la tendencia se aplica en casi todo el territorio cuencano, existen ciertos sitios donde es más evidente y son justamente los barrios considerados como conflictivos, por estar ligados a constantes hechos delincuenciales.

Y es que esta práctica, denominada “shoefiti”, no es algo reciente. La historia refiere que se originó hace algunas décadas en suburbios de Estados Unidos, donde bandas criminales colgaban los zapatos de las víctimas en sitios visibles, para demostrar triunfo y poderío. Más adelante, esta acción adoptó otros significados como rendir un homenaje a un fallecido, mostrar respeto por un equipo deportivo que ganó un partido en determinado lugar, y como expresiones artísticas, pero en el contexto ecuatoriano, los “zapatos colgantes” anuncian que en ese lugar se da la venta de drogas.

La ruta de los zapatos colgantes en Cuenca se extiende desde el Centro Histórico, hacia El Vecino y La Merced, y abarca también a la Convención del 45, la Zona de Tolerancia y, de manera especial, a El Arenal. Quienes habitan en esos lugares confirman acerca de la problemática del expendio de estupefacientes y las derivaciones de ese delito (violiencia entre bandas, robos, intimidación, prostitución, entre otros).

Según indican los propios vecinos, a los “zapatos colgantes” les acompaña otro código con el que las bandas “marcan territorio”. Se trata de los “grafitis” pintados en las esquinas de algunas casas. Ahí, los vándalos grafitean iniciales, apodos, símbolos o bien mensajes claros, con los que advierten quienes son los dueños de ese territorio. En la esquina de las calles Rafael María Arízaga y Mariano Cueva, por ejemplo, hay dos pares de zapatos colgantes y una pared manchada, testigo de que hubo conflicto entre bandas.

Además, un hecho que escolta a la venta de drogas en la calle Rafael María Arízaga y que causa malestar es la prostitución, que cada vez avanza más hacia el centro de la ciudad, desde la avenida Huayna Cápac. Para identificar dónde se prestan servicios sexuales también existe un código oculto, según refieren los vecinos. Se tratan de letreros marcados con un corazón.

“Zapatos colgantes” también son plenamente visibles en la Plaza del Arte, donde los estupefacientes se venden de manera abierta y a plena luz del día, según refieren testigos. Este sitio ha perdido totalmente su encanto y misión de esparcimiento, puesto que en él se evidencian a grupos de personas libando y a otras durmiendo en las bancas públicas.

Otro sitio de conflicto es El Arenal. Sobre el actual parqueadero de ese centro de abastos, donde los miércoles funciona la “Feria Libre” cuelgan al menos ocho pares de zapatos, que indica la presencia de varias bandas dedicadas a la venta de los alcaloides. También, en los alrededores del mercado mayorista existen otros puntos donde es notoria esa práctica, así por ejemplo, en el parque “La Recolecta”, ubicado en las calles Leopoldo Dávila y Carlos Berrezueta.

Para las autoridades policiales estas señales son conocidas, pero la problemática no ha podido ser frenada y esto provoca indignación en quienes viven en medio del conflicto. (I)