Fernández, el montaraz

Juan F. Castanier Muñoz

Montaraz significa venido del monte, y con las características que ello puede implicar, es decir, poco culto y de actitudes toscas. Estimo que es uno de los calificativos que “calzan” con la forma de ser del presidente argentino Alberto Fernández. Aunque podría también decirse de él que es mediocre, arrogante (la arrogancia es propia de los mediocres) e inoportuno.

En marzo de este año, y sin mediar motivo alguno, cuando un periodista le preguntó sobre su relación con la vicepresidenta Fernández, se las tomó con el presidente Moreno, diciendo que él “no era Lenin Moreno”. Irracional ofensa que nunca fue disculpada. Y ahora hace declaraciones ofensivas contra mejicanos y brasileños, y lo peor, citando al premio Nobel mejicano Octavio Paz, en una cita de tinte racista que no tiene ni patas ni cabeza, producto, una vez más, de la supina ignorancia de este ciudadano, que se encuentra creído, según yo, que ha ganado las elecciones presidenciales en la Argentina, gracias a sus méritos personales, a su buena facha, a su capacidad, cuando la verdad, la gran verdad es que, si no hubiera sido porque fue candidato por el populismo peronista, no hubiera llegado ni de paseo a los alrededores de la Casa Rosada. ¡Pobre Argentina!

Y, ¡pobre Perú! Que infeliz coincidencia de dos países hermanos. En el Perú todo indica que ganará las elecciones presidenciales el ciudadano Pedro Castillo, poseedor de dos cualidades potencialmente letales para la conducción de un gobierno: el extremismo y la incapacidad. Siempre he sostenido que un extremista, de izquierda o derecha, es menos peligroso si es inteligente que si es limitado. Aunque aquí sobreviene un dilema, aún sin resolverse, ¿existen extremistas inteligentes?

Las desigualdades sociales, plenamente vigentes en Latinoamérica, explican, sin mucha dificultad, algunos de los fenómenos electorales de la región y, como en el caso del electorado de nuestro vecino del sur, el cómo decidieron en favor de un candidato cuyo “palmarés” es la falta de preparación y de experiencia, y un destartalado  sombrero, que fue su disfraz de campaña. (O)