Gobernar es compleja tarea

Roberto Vivar Reinoso

Democracia y gobernabilidad parecen distanciarse al pasar el tiempo. Triunfar en las urnas no siempre garantiza paz, comprensión y prosperidad. Aún más cuando se consigue con estrecho margen, como le sucedió a Lenin Moreno frente a Guillermo Lasso y éste respecto al contrincante Andrés Arauz. 

En el continente la inestabilidad gubernamental afecta la mayoría de países. Por ejemplo Perú donde cuatro años atrás Pedro Pablo Kuczynzky se impuso en el balotaje apenas con el 0,7% sobre su contrincante Keiko Fujimori. A los trece meses fue destituido y tuvo tres sucesores, hasta las elecciones pasadas cuyos finalistas se distancian sólo con 0,4% de votos. 

Situación que trae toda clase de sospechas, especialmente de fraude electoral. Bolivia lo vivió con el reelecto presidente Evo Morales, forjado por el secretario general de la OEA, Luis Almagro, según el canciller mexicano Marcelo Ebraz. Y en Chile nada podrá hacer el conservador Sebastián Piñera, al carecer de representantes en la Asamblea Constituyente. Tampoco se libran las democracias aparentemente consolidadas como la estadounidense, pues el anterior mandatario y varios republicanos fueron hasta las Corte para impugnar la victoria demócrata. 

Crecen así los nubarrones para ensombrecer la mayor expresión de la voluntad colectiva. Debido a la mediocridad, improvisación, oportunismo de los candidatos o el desprestigio de la política, pero también la tendencia popular a tomar como “juego” las elecciones, dispersando al extremo el sufragio so pretexto de equilibrar los poderes y tendencias, que a la postre se convierte en obstáculo para la gestión pública. 

Si queremos dar a nuestros mandatarios legitimidad y sostenibilidad, hay que convertir la soberanía en responsabilidad, pues cada pueblo tiene el régimen que se merece. (O)