Ocaso

Andrés F. Ugalde Vázquez. @andresugaldev

Esta noche Efraím decidió dormir sin escuchar el verso del ermitaño. Decidió dejarle descansar en su morada luminosa y guardar para otro día los susurros que trae desde las edades del universo. Hoy abrirá sus oídos a la estridencia del mundo y buscará fundirse con su oscura materia. Con la ferocidad esencial del hombre. Con el recuerdo atávico de la huancara ancestral.  Y sí, bien conoce la semilla del trigo y su inconmensurable metáfora; y cierto es que mucho tiempo ha pasado mirando, atento, al nacimiento de la espiga. Pero este atardecer, hosco y carente de presagios, invoca una siembra diferente. Una siembra en donde caerá sobre el surco la semilla del caos.

El ocaso avanza a pleno galope sobre las cumbres de garúa de los cerros que contempla desde el balcón. Y sabe, con nítida y sórdida certeza, que la noche traerá consigo un apocalipsis particular que ha de extinguirse con el alba. Ahora llueve. Llueve a cántaros en la madrugada de esta ciudad abandonada del hombre y de la vida. En estas calles desiertas y pobladas de portones cerrados a cal y canto. Y normalmente, cualquier otra noche, aceleraría el paso en busca de un portal dónde guarecerse. Pero esta noche no lo hará. Dejará que la lluvia le empape y se lleve consigo los últimos vestigios de la prudencia.

Apoya su espalda contra la pared centenaria de la vieja iglesia para sentir la voz marchita de los campanarios coloniales y el llanto de las piedras en su descenso al uku pacha, donde los abuelos duermen en sus vasijas de barro. Y no, no busca allí la sabiduría ni lleva consigo preguntas que demanden respuestas existenciales. Por el contario, busca lo impreciso. Poblar la oscuridad. Convertirse en una sombra. En un habitante de la noche que habrá de emerger, intacto y renovado, a las orillas del Tomebamba. Y para entonces, con alguna suerte, habrá amanecido. Y tendrá, nuevamente, que abrir de par en par las ventanas y los postigos, para dejar entrar la luz del día.  Pero eso será mañana. Un mañana lejano e indiferente a esta noche, que recién empieza… (O)