Visiones del poder

Juan F. Castanier Muñoz

                                               

OPINIÓN | No cabe duda alguna, Daniel Ortega, presidente de Nicaragua desde 2007, reelegido inconstitucionalmente en 2011 y en 2016, y aspirante a una nueva reelección en noviembre de este año, no tiene nada que envidiar a los tristemente célebres dictadores derechistas Anastasio Somoza, de la misma Nicaragua, Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela o Fulgencio Batista, en la Cuba pre castrista. Y no solo que no tiene nada que envidiar, sino que, en comparación con los predecesores mencionados, Ortega resulta un “espécimen” corregido y aumentado.

La matanza de cerca de 600 nicaragüenses en las revueltas antigubernamentales de hace dos años, el control absoluto de todos los poderes del Estado, la puesta en vigencia de leyes que apuntan a consolidar su poder dictatorial, su burla a las disposiciones constitucionales aupado por una Corte Constitucional sumisa y dependiente, su esposa en el cargo de Vicepresidenta del país, su hijo como portavoz del gobierno y su consuegro como jefe máximo de las fuerzas policiales, no son sino una pálida muestra de este otro “gorilon caribeño”, que se hace tratar como “Comandante”. Y la guinda sobre el pastel, acaba de encarcelar a cuatro de sus contendientes para las elecciones presidenciales de noviembre. Sí, si, tal y como lo leen, Ortega los tiene en la cárcel a cuatro candidatos presidenciales de la oposición. ¡Qué campaña ni que ocho cuartos! Los asesores de campañas electorales tendrán que analizar la novísima táctica electoral orteguista. Simple, sencilla y factible: ¿quiere usted ganar la reelección presidencial en su país?, ¡encarcele a los candidatos que se le opongan!

Y hablando de barbaridades, parece que el encierro tras las rejas les ha trastornado mentalmente al ex contralor Celi y al ex defensor del pueblo Carrión, no de otra manera se entiende que, presos como están, y dentro de un proceso perfectamente ajustado a derecho, quieren seguir actuando al tenor de las altísimas y delicadas funciones que la sociedad les confió, es decir, quieren seguir “laborando” como si nada hubiera pasado y como si los barrotes por delante fueran de puro adorno. ¡Que desfachatez! (O)