Maestros y ministros

Francisco Olmedo Llorente

Me atrae y me distrae el estudio de las etimologías (el sentido originario, verdadero de las palabras) o de la veridictio (la verdadera locución). Quizás, porque como dice Ortega y Gasset, en El hombre y la Gente, «el hombre es constitutivamente… el animal etimológico».

En estos días, los reclamos de los maestros, pidiendo respeto a las reformas de la Ley de Educación, y el nombramiento de nuevos ministros, con motivo del cambio de gobierno, nos evocan la etimología de dos palabras opuestas en su origen: magisterio y ministerio. La palabra latina magis-ter (maestro) proviene del adverbio magis, más y del sufijo indoeuropeo -ter, sufijo comparativo-contrastivo. Su opuesto es el vocablo latino minis-ter (ministro), compuesto del adverbio minus, menos y el sufijo -ter. El magister era quien sabía más, quien descollaba por sus conocimientos, por sus destrezas. Era el mayor, el Jefe. En cambio, el minister aludía genéricamente a quien sabía menos o no sabía, el cual era menor, era subordinado, servidor.

Se ha dicho que la etimología es la «biografía de la palabra». También, que las palabras, como las plantas, viven de sus raíces. En nuestro caso, la etimología de ambos vocablos muestra su origen y, diacrónicamente, mostraría la evolución histórico-cultural de su significado. Es muy llamativa la inversión jerárquica que se ha producido. El minister, que en su raíz etimológica era menos, era pequeño, ahora, es más, es el Jefe.

Lo importante, en la actualidad -y como moraleja de esta historia- es que los maestros deben vivir de sus raíces, deben cultivar su más etimológico (la excelencia académica) y que los ministros no sean mandamases, sino que practiquen más y mejor su etimología de humildes servidores públicos. (O)