Del absurdo de no vacunarse

CON SABOR A MORALEJA Bridget Gibbs Andrade

 El domingo se cumplen dos meses de la partida de una amiga muy querida que, debido al covid-19, se nos adelantó en esta vida. Cuando se contagió la primera vez aún no llegaban las vacunas al país y, en el segundo contagio, el que le condujo a la muerte, recién estaban inoculando a los adultos mayores. Estoy convencida que de seguir ella con vida se hubiese inmunizado sin pensarlo dos veces, sin exigencias ni preferencias por una u otra vacuna. Últimamente, medios de comunicación han hecho eco de un ausentismo en la población que no acude a inocularse, desperdiciándose así un buen contingente de muestras que podrían administrarse a personas que necesitan y ansían inmunizarse.

Un vecino permaneció más de un mes en terapia intensiva y sólo la idea de pensar en que podría regresar, le aterra. Hoy, espera con afán vacunarse. Encarar el COVID es dantesco no sólo para el enfermo sino para su familia, conllevando un desgaste físico, emocional y económico. Escuché decir en una entrevista a un médico infectólogo que todas las vacunas generan una respuesta inmune contra el virus, y si llegase a contagiarse alguien que ya esté inoculado, no correría el riesgo de presentar cuadros graves de neumonía y, consecuentemente, fallecer. Han arribado al país más de 4.2 millones de vacunas. La eficacia que tienen para prevenir cuadros graves es elevada: Pfizer 75 %; AstraZeneca 100 %; Sinovac 100 %; Sputnik V 100 %  y CanSino 95.5 %.

El ecuatoriano promedio, en lugar de informarse de fuentes confiables, se desinforma a través de redes sociales y mensajes de WhatsApp que lo único que hacen es alarmarlo. Como ha sido el caso de varios que han acudido a vacunarse y al enterarse de que no les van a poner la Pfizer prefieren no hacerlo, cuando muchos de ellos consumen Trópico Seco o Caña Manabita y, lo que es más patético, dan crédito a lo que les contó la vecina la que escuchó que el pariente migrante de la dueña de la tienda del barrio aseguró que las vacunas producen parálisis, retraso mental, impotencia y no sé qué bobadas más. La torpeza y filatería en su máxima expresión, como proferiría una tía abuela. Esto me parece un insulto a todos aquellos que han muerto contagiados, habiendo deseado inmunizarse. Es imprescindible que la solidaridad prime entre todos.

¡Ya déjense de vainas! Y vacúnense… (O)