Locales y departamentos desocupados reflejan la crisis en la renta del capital inmobiliario

Muchos locales comerciales y espacios residenciales del Centro están inhabitados y en venta.

Los espacios residenciales eran ocupados en su mayoría por universitarios, pero ante la suspensión de las clases presenciales, muchas viviendas han quedado inhabitadas. XCA

Conforme se prolonga la pandemia, la crisis social y económica va calando con más fuerza en ciertos sectores, como es el caso de la inmobiliaria, cuya dinámica ha cambiado de manera drástica, en especial, durante los últimos 15 meses.

En el centro de la ciudad son varios los locales comerciales que han sido desocupados debido a la imposibilidad de los ciudadanos para cubrir con los gastos de arriendo. En el exterior de estos establecimientos se exhiben los letreros de “Se Vende” o “Se Renta”, que permiten comprender la magnitud de las afectaciones.

Las viviendas del Centro Histórico que están próximas a las universidades, tienen dos criterios de utilidad: el comercial y el residencial, y en ambos casos han sido perjudicadas. Así, en el caso residencial, muchas de estas edificaciones eran rentadas por estudiantes, pero ante la suspensión de clases presenciales, los arrendatarios desocuparon las viviendas. Germán Orellana, propietario de un inmueble ubicado en la calle Tarqui, sostiene que desde hace un año no ha podido arrendar un departamento, a pesar de que el valor del arriendo ha bajado en al menos un 40%.

“Está tan difícil rentar los departamentos. Ahora todos se valen de lo del COVID y no quieren reconocer el arriendo, no quieren dar garantía y el rato que quieren se van. Antes, esta casa me dejaba buena rentabilidad, pero ahora estoy pensando más bien en venderla. Tengo que esperar uno o dos años para tomar esa decisión”, comenta Orellana.

En cuanto al criterio comercial, en un primer período, los negocios permanecieron totalmente cerrados, luego abrieron de forma parcial, y finalmente algunos ya no han abierto, pues la economía de los comerciantes ha colapsado. Otros, mientras tanto, han optado por cambiarse a otros locales donde el valor de la renta es menor y se ajusta a sus necesidades, como es el caso de Julio Lupercio, de “Chinchinaos”, quien se dedica a la venta de artículos para fiestas.

Chinchinaos permaneció 23 años en un local ubicado en las calles Mariscal Sucre y Tarqui, sin embargo, hace dos meses tuvo que moverse a pocos metros de ese lugar, puesto que Lupercio no pudo cubrir con la renta.

“Tuve que despedir empleados, no me alcanzaba para pagar la renta. En el nuevo local estoy pagando no tan barato, pero es algo mejor. Anteriormente pagaba alrededor de 1.600 dólares (…) las ventas son escasas. Dos familiares tuvieron que cerrar sus negocios”, comenta con nostalgia Lupercio.

Más allá de los efectos derivados de la pandemia, existen otros factores que contribuyen a que las ventas en el Centro Histórico disminuyan. Por ejemplo, los cambios de uso de suelo dentro de la planificación urbana hacen que ciertos espacios sean peatonales, para aportar a la realización de actividades comerciales, culturales y sociales, sin embargo, dichos espacios restan facilidades para las personas que buscan productos y servicios, dado que no cuentan con zonas de parqueo (públicas o privadas) que estén próximas. Esa es una de las razones por las que la ciudadanía ya no opta por comprar en el Centro Histórico y prefiere acudir a los diferentes centros comerciales.

A decir del sociólogo Humberto Chacón, docente investigador de la Facultad de Filosofía, de la Universidad de Cuenca, el Centro Histórico está dejando de ser un lugar de gestión pública y se está conviritiendo en un espacio para la recreación y realización de determinadas actividades, por lo que la oferta de productos debería ser especializada, con precios competitivos.

“Los pocos espacios de parqueo que existen están muy saturados, y eso hace que las personas no vean al Centro Histórico como opción para realizar sus compras. Tampoco están claramente establecidos los nichos de mercado que deberían estar en esta zona”, manifiesta Chacón.

Para el profesional, una solución a este problema sería la implementación de puestos públicos de parqueo, para que los conductores no gasten mucho tiempo buscando dónde parquear, y al mismo tiempo, puedan hacer sus comprar con confianza.

“Cuando se deja el vehículo en el espacio público, no solo hay el problema de que se pasen los tiempos y las tarjetas dejen de tener validez, sino también es la inseguridad que se está generando en este momento y los vehículos no solo pueden ser robados sino que se pueden extraer ciertos elementos o accesorios”, explica Chacón.

Asimismo, otra solución está enfocada en la realización de un estudio de mercado que considere las particularidades de la época, para definir qué tipo de productos y servicios deberían brindarse en los locales del Centro Histórico.

Chacón sostiene además que debe haber una regulación en el valor de los arriendos y que se debe establecer un acuerdo de solidaridad mutua entre el arrendador y el arrendatario.

Esperanzas puestas en el retorno a clases

Con el retorno a las clases presenciales, es posible que se vaya retomando el uso de los espacios residenciales, aunque es posible que estas habitaciones se alquilen por días o temporadas determinadas, lo que generará también variaciones en el uso de dichos espacios.

Un problema que también se ha generado en torno al desuso de las viviendas, es que los arrendadores deben cubrir con los pagos por energía eléctrica y agua potable, lo que les genera pérdida, pues las tarifas están altas.

“Antes se pagaba 60 dólares por el consumo de agua, ahora se paga 100. De la luz se pagaba 30, ahora son 120 dólares. Es una cosa increíble, y eso ni siquiera quieren reconocer los arrendatarios, a pesar de que yo cobro 200 dólares por la renta”, señala Germán Orellana, propietario de un inmueble ubicado en la calle Tarqui. (I)

DATO

200 dólares es el costo aproximado que se paga por la renta de un departamento en el Centro Histórico. El valor se redujo en el marco de la pandemia.