La tiranía del mérito

Andrés Martínez Moscoso @andresmartmos

Michael J. Sandel es uno de los más prestigiosos profesores de la Universidad de Harvard, y su curso sobre “Teoría de la Justicia” tienen gran demanda en este centro de estudios, incluso sus clases se encuentra a disposición del mundo a través de la plataforma Youtube.

En su última obra, “La tiranía del mérito”, Sandel se cuestiona precisamente acerca de la concepción que tenemos en el mundo occidental acerca de la meritocracia, y cómo hemos perdido de vista la noción de bien común.

El autor justifica la redacción de su libro, a partir de los penosos acontecimientos que ocurrieron en las principales universidades de élite de los Estados Unidos, en los cuales se vieron involucrados artistas de Hollywood y familias adineradas, quienes con el propósito que sus hijos alcancen un cupo en las Ivy League (Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth College, Harvard, Pensilvania, Princeton y Yale), corrompieron al sistema, al valerse del método de ingreso, pues falsificaron certificados para sus hijos por sus méritos deportivos o artísticos, todo ello con el fin de ocupar los cupos que según la meritocracia, estaban reservados a deportistas o artistas.

Aunque no parezca, la tradición del mérito surgió a raíz del debate religioso sobre la salvación, en el cual solo los mejores cristianos (practicantes) se merecían la salvación; situación que, con el tiempo varió y se convirtió en un tema relacionado con el éxito (estudio, deporte, arte) y con el ascenso social (salvación).

De tal suerte, nuestra sociedad no es solo una “máquina clasificadora”, que desde niños-adolescentes nos dice para qué somos buenos, sino que además estratifica entre ganadores y perdedores, asociado entre otras, al hecho de ocupar una plaza en las universidades, y que, al obtener una titulación, debería experimentar un “automático” ascenso social.

Sin embargo, estas premisas no son del todo ciertas según afirma Sandel, ya que la movilidad social fruto del mérito no se refleja en cifras, pues la desigualdad económica aumenta y la polarización social causa cada vez más estragos en la sociedad.

Frente a esto, el autor se pregunta si acaso los mecanismos tradicionales para ingresar a las universidades (meritocracia: examen de conocimiento, aptitud, méritos deportivos, etc.), son acaso los adecuados para llegar a todos los sectores, o en su defecto, han sido cooptados por una élite que beneficia a unos pocos.

Si bien es cierto, el texto plantea el caso del sistema de educación estadounidense, bien puede extrapolarse a cualquier otro país, pues si bien es cierto usamos a la meritocracia como una panacea, hace falta analizar si la misma está cumpliendo su objetivo. (O)