Relajo

Catalina Sojos

¡Y decidimos armar el relajo a propósito de graduaciones y bodas de nuestros hijos y nietos! Y armamos fiestas con más de setecientas personas en espacios supuestamente abiertos y movimos nuestros hilos para que la policía nacional mire para otro lado (luego llegarán las lágrimas de cocodrilo en las UCIS abarrotadas de clínicas y hospitales) ¡Y decidimos descubrir el agua tibia y no dudamos en hacer el ridículo! en tanto nos rasgamos las vestiduras, sin mascarilla por supuesto, dentro de ciertos establecimientos que inducen a la “lujuria” olvidando por cierto, nuestra condición de catedráticos, políticos de cepa o, simplemente de “buena gente de clase media” y copiamos la musiquilla de otros blogueros, es decir,  de aquellos que alfiretean a algún dirigente indígena y le regresan a la palestra política. ¡Todo vale por un like! La manito alzada nos obliga a trepar por la cuerda floja del delirio y a aferrarnos a esa imagen que distorsiona nuestro espejo. Lejos la inteligencia, la solidaridad, la civilidad en toda la extensión de la palabra. Provincianos, aburguesados y ridículos armamos nuestros relajos sin recordar esa hermosa frase de los viejos “de lo sublime a lo ridículo, hay un paso” Mientras tanto y puntualmente  “los borrachos en el cementerio, dicen ¡Salud!” (O)