El escenario de la pandemia

Hernán Abad Rodas

En el escenario de la pandemia, mis sensaciones han sido extremas. Por una parte, los días, las semanas y los meses se deslizaban con tanta rapidez, que cualquier plazo se vencía rápidamente, que cualquier acontecimiento o celebración eran reemplazados de inmediato por otros episodios o incidentes, que los sucesos cotidianos trascurrían en forma vertiginosa y arrolladora.

Pero, paradójicamente, al mismo tiempo, he tenido la sensación de que el tiempo, se había congelado, que todos los días eran prácticamente iguales, sin nada que modificara la rutina que se había implantado; que solo iban cayendo las hojas del calendario, que las semanas y los meses se sucedían sin que, al parecer, nada nuevo interrumpiera la monótona marcha del tiempo, sin que nada se alterara en el horizonte del día siguiente.

Ha sido, en verdad, un tiempo fugitivo, inasible, que se ha escurrido de las manos. Y sospecho que, igual que yo, así lo habrán sentido millones de personas en el mundo entero.

Qué extraño y misterioso es el tiempo, qué raros somos, el tiempo ha cambiado realmente y también nos ha cambiado. Ha avanzado un paso, ha descubierto el rostro, nos ha asustado y después nos ha trasportado.

Ayer nos preocupaba el tiempo y hoy temblamos ante sus terrores, pero debemos aprender a amarlo y honrarlo, porque sabemos ahora cuáles son sus intenciones, sus disposiciones, sus secretos y misterios.

La mayor parte del tiempo nuestra vida la pasamos entregados al mal, otra parte sin hacer nada, y toda la vida haciendo lo que no debiéramos hacer. Debemos aprender a valorar el tiempo, saber cuánto vale un día, que entendiéramos que cada día el hombre muere un poco.

La pandemia sigue amenazando con nuevas cepas surgidas en cualquier parte, el aislamiento y las precauciones deben continuar, sin que se vislumbre un final de esta lúgubre historia.

Considero importante que los médicos tengamos fe. El único medio de superar el dilema que afronta la medicina moderna, más aún en esta pandemia, es apelar a un humanismo basado en la fe, y una clara comprensión de la vida y de la naturaleza humana. (O)