¿Principios o reglas prácticas?

Bladimir Proaño


La evolución de la economía ecuatoriana, prescrita por lo que creemos saber de cómo marcha el coronavirus, está siendo peor de lo que pensábamos en sus inicios. Además, la actuación del Gobierno para contrarrestar los efectos sobre la actividad económica es muy pobre.

La crisis económica es hoy una crisis de demanda: el gasto privado, tanto de consumo como de inversión, es muy inferior a lo que sustentaría una economía de pleno empleo. Suplir ese déficit de demanda privada con gasto público supone, de momento, un aumento del déficit público, que ya es elevado en Ecuador, y, por consiguiente, un aumento de la deuda externa pública, que ya alcanza como % del PIB un nivel elevado: 43.84%.


La sensación de impotencia del Gobierno para hacer frente a la caída de la economía, también se vive en otros países. Ello ha dado lugar a que nos preguntemos si de verdad los Gobiernos están tan inmovilizados como parece a primera vista. La literatura reciente afirma que la magnitud del déficit público no ha de ser un obstáculo para que los Gobiernos mantengan la economía en un entorno próximo al pleno empleo. Resumo aquí dos de esos planteamientos, que llamaremos optimistas, en orden de complejidad.

Primero, una sencilla observación de Keynes y muchos otros: una decisión de ahorrar no es una decisión de invertir; es, en primera instancia, una decisión de gastar menos. Se reduce así la demanda agregada, salvo que se vea compensada por otra decisión, tomada por otro, de gastar más. Cuando una economía se halla por debajo del pleno empleo, las familias ahorran más de lo que las empresas piensan invertir.

La segunda respuesta es más antigua: es la llamada Hacienda funcional, la política fiscal no debe ser calificada de «sana» o «imprudente» atendiendo a criterios de pretendida ortodoxia, sino según los resultados obtenidos en la tarea que le está encomendada:

Las dos propuestas anteriores nos ofrecen una gran lección: el verdadero objetivo de la política económica es el mantenimiento del empleo, no el equilibrio del presupuesto. Queda por ver si el equilibrio presupuestario es o no una condición necesaria para el pleno empleo y si un desequilibrio presupuestario es un obstáculo insalvable para la plena ocupación. (O)