La censura al excontralor

Tras la censura a Pablo Celi, excontralor, por incumplimiento de funciones, los problemas más de fondo no deben quedar simplemente en eso.

El Pleno de la Asamblea Nacional, sin la presencia de su presidenta Guadalupe Llori, sumó 136 votos para tomar esa resolución.

Un excontralor renunciante y procesado por la justicia esperaba ese desenlace, excepto ser censurado por arrogarse funciones. De esto se cuidaron los diversos bloques legislativos, excepto el correísmo cuya finalidad era buscar la nulidad de los juicios en contra del expresidente, de varios de sus exministros y otros funcionarios, algunos presos, otros con orden de prisión, como él mismo.

¿Y ahora? ¿Es suficiente la censura a Celi? ¿Y los cabos sueltos?

Gran parte del Ecuador esperaba de Celi revelaciones de asambleístas glosados y hasta con informes de responsabilidad penal cuando cumplían otras funciones públicas. Eso no ocurrió.

Con un excontralor ya en orfandad política y en manos de los jueces, corresponde ahora a la Justicia investigar el trasfondo de toda la trapacería ocurrida en la Contraloría en los últimos quince años.

El desvanecimiento de glosas, si bien un recurso legal, sin importar el monto, a cambio de sobornos o chantajes; la desaparición, a propósito, de informes de auditorías con responsabilidad penal, incendios provocados para borrar huellas, archivos de procesos, y demás actos corruptos, merecen la prolija investigación fiscal.

El presidente de la Comisión de Fiscalización, Fernando Villavicencio, solicitó a la Fiscalía investigar una presunta “estructura delictiva” en la Contraloría. Abarcaría a las administraciones de Carlos Pólit y Pablo Celi.

Toda la información obtenida por la Comisión durante la fase de sustanciación del juicio está en poder de la Fiscalía.

La censura a Celi; igual su posible penalización por presunta delincuencia organizada, estarán incompletas si la investigación solicitada no permite transparentar y sancionar a los artífices de haber convertido a la Contraloría en cueva de latrocinios, donde las mafias políticas hicieron su agosto.