Las postales del horror

Andrés F. Ugalde Vázquez

Las postales del horror: Una mujer, en el colmo de la desesperación, se aferra por fuera a un avión en pleno despegue, mientras decenas de miles huyen por sus vidas, escapando del régimen Talibán en la devastada Afganistán. Y cerca, mucho más cerca, una mujer ecuatoriana muere en los brazos de su hija sobre las ardientes arenas de Texas. Otras, decenas, se quiebran las piernas saltando sobre el imposible muro de la infamia que guarda al condado de El Paso. Racimos humanos se hacinan en aquel tren de la muerte que bien llaman “La Bestia”, en un insensato viaje hacia la oscuridad. Al menos veinte migrantes, oriundos australes, en algún punto de Ciudad Juárez, caen en manos de la delincuencia organizada. Hileras interminables de hermanos venezolanos pueblan los caminos hacia el sur, huyendo de la miseria y la tiranía. Postales del horror. Postales cotidianas.

Y, sin embargo, ¿Cuál ha sido la reacción de la comunidad internacional? ¿Abrir las puertas para acoger al hermano en necesidad? Por el contrario, ya la comisaría de la Unión Europea ha declarado que, en cuanto al flujo migratorio afgano; que “… no podemos esperar a que estén en nuestras fronteras…”, para cerrar sus puertas a cal y canto, como lo hicieran en el 2015, cuando más de un millón de personas huían de la guerra en Siria. Y mientras esto sucede, cerca, mucho más cerca, más de setenta mil ecuatorianos son deportados desde los Estados Unidos (y eso que, al menos ahora, podemos descansar del siniestro Trump y la delirante idea de cercar con muros a todo un continente); mientras tanto, México, endurece los visados y nosotros mismos, trabamos y entorpecemos el flujo migratorio venezolano.

¿Es que nunca vamos a aprender? ¿Acaso la humanidad se resume en este juego egoísta y mezquino? ¿Este ir y venir en el que en el que cerramos la puerta en las narices de los que intentan escapar de alguna tragedia, olvidando que tal vez estamos aquí porque, hace generaciones, nuestros abuelos hicieron el mismo camino? ¿Olvidando que mañana, tal vez seamos nosotros, víctimas de alguna calamidad causada por el poder de la naturaleza o la ceguera de los hombres, los que desandemos el camino de los migrantes que hoy rechazamos y tengamos que bajar la cabeza y llamar a su puerta? Algún filósofo, hace tiempo decía, que las fronteras enferman y envilecen a los hombres. Ciertamente… (O)

@andresugaldev