La política como beneficio personal

Hernán Abad Rodas

El hombre ha demostrado que es pasmosamente fecundo en recursos e inventiva en el plano de la técnica, pero estéril en el plano de la política.

El liderazgo de una auténtica autoridad democrática, no debe dirigirse contra un enemigo exterior o interior, sino que todos los individuos o grupos que conforman la sociedad, deben ser conducidos al progreso material y espiritual, orientados por un marco legal, de respeto, honestidad, justicia y equidad.

La misión principal de un gobernante democrático entre otras, debe ser la de asegurar, que exista armonía y satisfacción equitativa, entre las necesidades y exigencias de muchos grupos y de cada ciudadano.

Idealmente el poder debería emplearse de manera tal que refleje la voluntad de todos los miembros de la sociedad.

Uno de los desafíos más grandes de los ecuatorianos es llegar a una auténtica reforma política. Si vivimos en democracia y queremos hacer las cosas de acuerdo a la ley, entonces se supone que los mejores deberían estar haciendo las leyes. Pero no es así.

Me pregunto: ¿cómo son los candidatos? ¿cómo son los partidos?, Son un desastre. No entiendo cómo en un país de apenas 17 millones de habitantes tenga 290 partidos y movimientos políticos. Si uno mira la cifra, podría decir qué sociedad tan interesante y democrática, tan plural…pero lo que hay detrás de eso es una forma de usar la democracia para atender a un millón de INTERESES PARTICULARES.

Se dice: hay que estar en la política para cuidarse las espaldas por los pecados que hemos cometido. Hay que estar en la política para ascender socialmente, para pagar las deudas y tener más dinero. Pero en ninguna parte se dice que hay que estar en la política para cambiar al país, para propender a la equidad.

La reforma política es la tarea más importante que tiene que hacer el Ecuador, porque con ella mejorarán: la educación, la salud, el medio ambiente, la producción etc. La reforma nos conduce al tema de los partidos, cómo hacemos para ponerles reglas para que sus altas dignidades en la Asamblea no estén involucradas en corruptelas, como hemos visto bella y porcinamente en estas semanas.

En la Asamblea se desnudan las fragilidades del país, todas estas cosas poco éticas y poco democráticas de nuestra sociedad. Los ciudadanos estamos obligados a votar, pero no obligamos a los partidos a que sean responsables de la democracia. (O)