La base de Manta

Alberto Ordóñez Ortiz

La globalización cambió radicalmente conceptos como la soberanía, como los relacionados con las fronteras geográficas y otros de similar naturaleza, arrinconados hoy, por la vigente y renovadora cosmovisión de carácter planetario sobre esos temas, que hizo estallar sus vetustos códigos. Hemos llegado a ese momento en que hablar de la aldea global, es poco menos que un lugar común. En esas circunstancias, cuando el intercambio económico, cultural, interracial y un largo etcétera, se han profundizado en los Estados, y, en tal medida que sus fronteras han sido superadas por los mutuos canjes y exigencias, la soberanía ya no es un concepto inamovible. La integración a los nuevos mapas conceptuales planetarios es, ¡qué duda cabe! exigencia impostergable. 

Entonces, sostener como en su momento lo hizo el trasnochado y delirante correísmo –y porqué perversas conveniencias- que la presencia de la Base de Manta era un atentado a la soberanía, es una falacia más que pierde toda consistencia si se considera que somos signatarios de varios convenios internacionales que nos obligan a aunar esfuerzos con otros países en la lucha contra el tráfico de drogas, sin olvidar que su eliminación convirtió a nuestro país en  una zona de entrada y salida de drogas, a su consumo interno y, a su descomunal aumento. 

La estrecha relación que mantuvo con puestos de avanzada de El Salvador, Aruba, Curazao y el Comando Sur de los EE. UU., sumado al empleo de aviones con tecnología de punta, logró extraordinarios resultados y redujo su impacto a una mínima expresión. Creemos que si se quieren reconquistar esos singulares logros es imperativo que se restablezca la Base de Manta, previo el consiguiente acuerdo con los EE. UU., lo que permitiría, además, una fluida relación con el gran país del Norte. ¿No le parece señor Presidente?  (O)