Notas sobre el juicio político a Carrión

Gerardo Maldonado Zeas

Al ex Defensor del Pueblo Fredy Carrión se le cayó la estantería en el juicio político del miércoles pasado cuando fue juzgado, por una mayoría temporal o móvil como se llama en el argot político, a la integrada por CREO, PSC, Independientes, ID, y la fracción de Pachakutik que no está conforme con los seguidores de Iza, Quishpe y demás forajidos.

Al condenado no le alcanzaron los discursos del correismo, que como siempre han pregonado, ven actitudes de moralidad, justicia, apego a los Derechos Humanos en las acciones y declaraciones de Carrión durante el fatídico octubre de 2019, dando la contra al sentido común y la condena mayoritaria de la sociedad, ante los hechos vandálicos de esa época. Es que ellos ven diferente todo; recuerden cómo veían una Refinería en el Aromo, cuando todos vimos actos de corrupción y dispendio de recursos.

Con esta van dos caídas libres en su afán de protagonismo, dos tiros de bala suelta, ocurridos en el juicio a Celi y ahora a Carrión, provocados por su revanchismo y la defensa de actuaciones insensatas de sus acólitos. Y la poca habilidad política de sus ideólogos.

Pero el resultado del juicio político deja algunas piezas para juntar. La división de Pachacutik es evidente; no están convencidos de su ideario, y no actúan orgánicamente, como resultado de las gigantes groserías contra la ética de las asambleístas Cerda y Llori, y el discurso incendiario de Iza y su combo, que ya amenazaron con otro octubre negro, si el presidente Lasso no cede a sus pretensiones.

La otra lectura, hace pensar, aunque parezca muy temprano, en el desmoronamiento de los acuerdos legislativos. Y su resultado es una caja de Pandora, pudiendo darse cualquier desenlace, irritando la tan necesaria gobernabilidad. Pero también en los callejones de la Asamblea, muchos meditan que, si se oponen a los necesarios cambios propuestos por el Ejecutivo, sea a través de la Consulta Popular, o la ya muchas veces mencionada muerte cruzada, se quedarán sin pan, ni pedazo, debiendo volver a la casita, de donde algunos nunca debieron salir. (O)