El derecho a la educación de Edison

Jaime Roble-Pillco. Investigador

Edison es un joven de 25 años que vive en una comunidad de la parroquia rural Jacinto Jijón Caamaño del cantón Mira en la provincia fronteriza de Carchi. La Constitución del Ecuador en su artículo 26 señala que “la educación es un derecho de las personas a lo largo de su vida y un deber ineludible e inexcusable del Estado” y en el artículo 28 señala “se garantizará el acceso universal, permanencia, movilidad y egreso sin discriminación alguna y la obligatoriedad en el nivel inicial, básico y bachillerato o su equivalente”. Edison estudió en la escuela de su comunidad y no concluyó sus estudios de educación básica. Y, sin embargo, la educación es un derecho universal y gratuito.

Para entender la realidad educativa de Edison, que representa a muchas niñas, niños, adolescentes y jóvenes de un país mestizo, indígena, afroecuatoriano y montubio debemos señalar algunos factores.

El primero, un factor estructural. Según datos del Instituto de Estadísticas y Censos (INEC) se puede señalar que históricamente el indicador de pobreza por Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) a nivel rural se muestra mayor al que presenta el área urbana y la media nacional. Así, para diciembre de 2020, el área rural presenta una tasa del 55,7% frente al 21.8% que presenta el área urbana; a nivel nacional la tasa es del 32,6%. Tomando otros datos del INEC, a julio del 2021 el 32% (5,7 millones) de la población del Ecuador está en condición de pobreza; y de estos 2,6 millones en condiciones de pobreza extrema.  Esta situación es más dura cuando hablamos del área rural, el 49% vive en situación de pobreza y el 28% en pobreza extrema. Esto significa que la familia no cuenta con los ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas como la salud, la alimentación, la educación. Estos datos dan cuenta de que el sector rural es el área con los mayores índices de pobreza y la brecha existente entre el área urbana y rural se profundiza.

Un segundo factor determinante, las vías de acceso desde y hacia las comunidades; en algunos casos son vías de segundo o tercer orden, sin mantenimiento, difíciles de transitar en tiempos de lluvias. En esta realidad, las empresas de transporte público que prestan sus servicios lo hacen únicamente uno o dos turnos al día, dificultando la movilidad de todas las personas.

Edison, cuando tenía 16 años tomó la decisión de continuar sus estudios; para ello se matriculó en el servicio educativo de Post Alfabetización dirigido a personas de quince años de edad y más, modalidad que le ofrece concluir sus estudios de Educación General Básica. Salía de su casa a las cuatro de la mañana para tomar el bus público a las cinco de la mañana, transporte que le llevaba hasta la ciudad de Ibarra y llegaba con las justas a las siete para recibir clases.

Edison, con mucho esfuerzo aprobó el octavo de básica y, forma parte de los datos presentados por el Ministerio de Educación que señala que la tasa de escolaridad en el área rural para el año 2014 es del 7,39; mientras para el área urbana es del 10,86; los años de escolaridad representan el promedio de años lectivos aprobados desde el nivel jardín de infantes hasta el postgrado por las personas de 24 años y más. Además, según el informe del Instituto Nacional de Evaluación Educativa – INEVAL del 2018, los ajustes y reformas realizadas en el sector educativo no pudieron cerrar la brecha de desigualdad entre la escolaridad de las áreas urbanas y rurales, las niñas y niños que viven en la ruralidad, en el año 2017 ya tenían un desfase de cuatro años escolares frente a la población urbana.

Para Edison el bachillerato es una meta que le quedó muy lejos. Hoy vive un compromiso, debe ayudar a educar tres hijos de su pareja, uno estudió en su comunidad y dos en una institución que queda a una hora de su casa. Trabaja dos o tres días al mes como jornalero agrícola, cuando alguien le ofrece una oportunidad. Con sus ingresos y los de su pareja no puede asumir los gastos del equipo tecnológico, el servicio de telefonía o el servicio de internet que en tiempos de pandemia son requisitos para el estudio; bueno, tampoco hay servicio de internet en la comunidad donde vive.  Entonces, sus hijos son parte de una realidad, los niños y las niñas que no aprendieron nada durante la pandemia. A los cuatro años de desfase escolar, con relación al área urbana, según informe del INEVAL, por lo pronto podríamos sumarles dos años más.

Si caminamos por el Cantón Mira, nos encontramos con otras comunidades, con otras parroquias rurales. En la parroquia rural Juan Montalvo, vive Nicol, tiene 22 años, obtuvo su título de bachillerato, junto a treinta compañeras y compañeros hace cinco años en la institución educativa que existe en la parroquia. Sus padres son agricultores y los productos que ofrece la tierra lo venden a un costo que imponen los intermediarios o el mercado, nunca es el precio justo, siempre es menos. Los ingresos económicos de su familia no les permiten financiar sus estudios universitarios, igual situación viven otras compañeras y compañeros de grado, apenas dos lograron acceder a la universidad.

A diferencia de Edison pudo avanzar un poco más en su carrera estudiantil, pero su meta llegó cuanto se graduó de bachiller de la República del Ecuador. Para el año 2020, según SENESCYT, el porcentaje de jóvenes, entre 18 y 29 años, que terminaron el bachillerato y no pueden acceder a un centro de educación de tercer nivel es del 26% en el área rural y el 17% en el área urbana. Nicol, junto a otras amigas, hoy aspira a una beca que le permita acceder a unos soñados estudios universitarios. Aquí, un dato solo para recordar, en agosto del 2021 ocho universidades particulares del país expresaron su protesta por el “…duro golpe para los estudiantes de escasos recursos del país. El Consejo de Educación Superior (CES) ha resuelto reducir en más de 12 millones de dólares el dinero destinado a becas para estudiantes de escasos recursos que asisten a las aulas…”.

Si tu mundo está rodeado de hermosos paisajes, ríos, bosques, montañas, selvas y deseas continuar con la “carrera estudiantil” en un centro de educación superior te encuentras con varios obstáculos a superar.  Generalmente, la mayoría de las universidades se encuentran en las grandes ciudades, entonces la familia debe reunirse, pensar y decidir como cubrir los gastos de equipamiento, material académico, alimentación, transporte desde y hacia el lugar de estudio, servicios de telefonía e internet, y en algunos casos costos de hospedaje. A veces, esto implica que uno de los hijos o las hijas, sea la persona afortunada que vaya a la ciudad a estudiar, los otros a trabajar, a ayudar a la familia, asumir un compromiso, igual le toca trabajar. Aún se piensa, que la educación debe priorizar a los hombres.

Si la decisión familiar es apoyar para que continúen los estudios, acceder a una de las treinta y tres universidades públicas y escuelas politécnicas que existe en el país es la opción; entonces, a superar un nuevo obstáculo, no importa el nombre, hoy es llamada “Prueba Transformar – Examen de Acceso a la Educación Superior para universidades e institutos del Ecuador”. En algunos casos los postulantes no cuentan con información oportuna sobre el proceso y mecanismos de postulación. En otros casos, no disponen del equipamiento necesario ni acceso a internet para rendir la prueba oportunamente. Si han superado los pasos anteriores, en algunos casos se evidencia que los conocimientos adquiridos durante su educación básica y bachillerato no son suficientes o adecuados con los requeridos en la prueba. Lo que significa que algunos jóvenes, hombres y mujeres, deben intentarlo varias veces.

Si la prueba ha sido superada, mujeres y jóvenes, serán parte de los datos reportados por SENESCYT en el 2020. Así, el registro de matrículas en universidades y escuelas politécnicas se concentra en las provincias de Pichincha (25,3%), Guayas (20,8%), Loja (10,2%), Manabí (8,9%), Azuay (6,6%), Chimborazo y Tungurahua (4,4% respectivamente); lejos de los domicilios de aquellos que pudieron llegar a esta etapa. Las principales áreas elegidas por los estudiantes son ciencias sociales, periodismo, información y derecho con el 34,8%, luego salud y bienestar con el 19% e ingenierías con el 15%. Para el primer semestre del año 2019, los registros de matrículas daban un 52% hombres y un 48% mujeres.

El acceder a una universidad o escuela politécnica considera una nueva fase de vida: para la familia cubrir todos los gastos que requiere la educación superior gratuita, decisión que fue tomada previamente por la familia; para la o el estudiante superar la brecha de conocimientos resultados de una educación previa, si eres mujer luchar con el acoso de una realidad machista o la discriminación por ser indígena, afroecuatoriano o montubio; trabajar a medio tiempo para contar con ingresos económicos que permitan cubrir gastos no cubiertos por la familia. Una realidad para enfrentar y evitar ser parte de las mujeres y hombres que abandonaron sus estudios a medio camino. Si logras llegar al final, se expresará con alegría, lo que ayer me compartió un amigo “meta cumplida, mi hija se graduó, qué tranquilidad”. Su hija obtuvo una beca de estudios.