Llega el tiempo de los arupos en Cuenca

Desde hace más de un siglo, el cementerio patrimonial tiene arupos. Xavier Caivinagua/El Mercurio

Solo aquel que tiene la capacidad de ser paciente puede observar la magia que producen las flores del arupo. Zoila Loyola, literata lojana, quien escribió “La historia del arupo rosado”, agregaría a las características que no se deben tener, además de la impaciencia, la palabra alcanfore que, según Eduardo Peralta Idrovo, es un adjetivo para las personas que se entusiasman por algo, pero una vez que se va, pierden el interés.

Tal cual: sin la paciencia y la disposición de esperar, esas flores, que mayormente son rosadas, aunque a veces pueden ser blancas, no pueden ser vistas si no se esperan esos siete y ochos años que necesita el árbol de arupo para florecer. Solo cumplido ese tiempo, y cuando llega el sol y el viento de verano en la Sierra, recién se puede ver el brote rosado que inicia despacito. Las hojas verdes empiezan a caer para dar paso a las flores que, desde afuera, se ven como un algodón de azúcar.

En el parque Paraíso también florecieron los primeros arupos. Xavier Caivinagua/El Mercurio

En Cuenca, por la buena mano de sus gentes que ya no se ven, tenemos todavía los arupos en algunos jardines y espacios públicos. Quizá, por estar en los lugares emblemáticos de la ciudad, los transeúntes se hayan fijado alguna vez en el arupo del Parque Calderón o del Cementerio Patrimonial.

De hecho, en el espacio donde descansan los que no están físicamente hay registros del siglo pasado que dicen que los arupos los acompañaban. Por ejemplo: en la Enumeración Botánica, publicada en 1911, Luis Cordero escribió: “Tenemos unos ejemplares, algo antiguos ya, de él en el cementerio principal de esta ciudad, los cuales se hallan floridos, precisamente en la época en que escribimos estos renglones (Noviembre de 1909)”.

Xavier Caivinagua/El Mercurio

Una de las curiosidades que agregó Cordero a la descripción del arupo es que, según el “Vocabulario de Medicina doméstica”, el polvo de la corteza, en dosis de dos a tres gramos, es purgante.Sea como fuere, solo el curioso, el que se atreva a hacerlo, sabrá si es verdad o no esas cualidades. Mientras tanto, para los otros curiosos, que tienen paciencia y que no van a perder el ánimo, Numan Cuenca, un conocedor de las áreas verdes de la ciudad, recomienda: “Su cultivo, como el de la mayoría de especies endémicas del país, es sencillo.

Solo precisa de un suelo rico en materia orgánica, un riego selectivo, podas periódicas y protegerlo del pulgón y la cochinilla”. Con ello, con los cuidados necesarios, solo queda aguardar a que el espectáculo del arupo, que se dice que es de Loja, inicie. (I)

En la zona sur de Cuenca han empezado a florecer los arupos sembrados hace varios años. Xavier Caivinagua/El Mercurio