Intransigencia

Aurelio Maldonado Aguilar

La convocatoria fue cortés y difundida. La invitación al diálogo, la más grande opción entre gente razonable y abierta se esperaba entre el gobierno y las estructuras políticas del indigenado. La mesa larga con todos los importantes participantes listos y esperando, departían diálogo entre vecinos de sillas y sorbos de café. Transcurrida una hora, arribó como Júpiter tonante don Leónidas Iza, con el atuendo de su raza, aunque el sombrero de paño no es indio anclado hasta las orejas, su poncho colorado y su trenza cargada en sus espaldas. Apenas saludó sin reverencias y se sentó, como dueño del momento, para dialogar, palabra no muy bien empleada, cuando se aprestan al diálogo de sordos. La eterna palabreja que va siendo muy temida, movilización, saltó sin esperar mayor discernimiento como una advertencia maléfica que crispa los nervios y pone la carne de gallina al Ecuador entero, cuando se recuerda el vandalismo más salvaje y destructor de hace 2 años, donde incendiaron edificios y pruebas claves  de coimas y más en la contraloría, destruyeron el bello Quito colonial, vejaron mujeres, golpearon policías, periodistas y pueblo mismo, sumiendo  en una paralización por terror, pues los ciudadanos no podíamos sacar ni las narices de las casas de miedo a ser agredido brutalmente. Por otro lado, como se vuelve costumbre con cada gobierno que viene, se pide al estoico y vapuleado pueblo, sacrificios, que son básicamente impuestos, más recaudaciones y alzas de servicios y energía, sufrimientos que son conocidos y cíclicos y que solo sirven para obtener más dinero para manos corruptas de la burocracia, que ven el ilícito como parte de su acción normal de trabajo. Mientras los unos condicionan el dialogo a la congelación de los hidrocarburos y otros pedidos muy conocidos, los otros aseguran que defenderán a Quito y el país de los salvajes destructores, pero con limitantes ciertas como balas de goma y respeto a los derechos humanos de los que, en realidad, ellos no tienen ninguno a nada, peor a los derechos de los ciudadanos y del país y más bien hacen actos para festejar y conmemorar sus criminales acciones, que, por supuesto, nunca son juzgadas y peor aún castigadas. No duró mucho la luna de miel entre gobierno y la desprestigiada asamblea y nos vienen días de pánico, mientras el país es paralizado y presto a continuar a la zaga de países que no logran ni lograrán el desarrollo anhelado, continuando así. (O)